Las últimas informaciones del gobierno y del Ministerio de Salud Pública dejan una gran sombra sobre el panorama electoral del país. Aunque los principales funcionarios no hablan de la parte política, todo el mundo sabe que las elecciones están a la vista, a menos de dos semanas, y que la cuarentena se mantendrá hasta unas horas antes de las elecciones.
Es decir, la campaña electoral quedará limitada tanto como lo ha estado en los últimos meses, y tendremos unas elecciones con serias limitaciones, con mucho miedo y con una grandísima abstención, que podría incluso ilegitimar el proceso político, y al Gobierno y al Congreso que resultaren electos en estas circunstancias.
¿Es dirigido el país hacia unas elecciones con poca participación popular? No lo sabemos. Tenemos el temor de que a estas alturas se han combinado el coronavirus y las elecciones, tras un resultado electoral condicionado. Es apenas una intuición, una conjetura, porque el país está siendo testigo de acontecimientos que resultan insólitos.
Por ejemplo, el Día de las Madres se celebró al final del mes de mayo sin mayores problemas, las tiendas y centros comerciales abrieron, hubo celebraciones y aunque con ventas menores, los comerciantes sacaron provecho de la celebración. Nadie habló ni se registró oficialmente un incremento del contagio como consecuencia de aquella apertura. Las fases de la desescalada iban correctamente, con la gente abiertamente recuperando sus actividades, pero de pronto el ministro de salud comienza a ofrecer informaciones de casos insólitos de contagio. Por ejemplo, un día hubo 628 casos. Y cada día se anunciaba más y más casos, pero el número de camas en Unidades de Cuidados Intensivos se ha mantenido en una línea plana. Eso merece una explicación.
Es probable que tengamos que pasar de la preocupación por la salud de los ciudadanos a la preocupación por la salud de la democracia política y de la transparencia y calidad del sistema electoral. De ese sistema electoral depende la alternancia política y el relevo en el desempeño del poder. La enfermedad de la perpetuidad en la administración pública es un serio riesgo que pone en peligro, muy serio riesgo, la salud total de todos los dominicanos. Hay que pasar a poner atención a estos asuntos, con seriedad, con valentía y con el coraje que se demanda a los demócratas y a los políticos deseosos de jugar limpio en este proceso electoral. Una oscura tormenta nos espera en los próximos días, y debemos estar protegidos, en caso de que termine llegando y arrase con todo lo que hemos construido desde el nacimiento democrático de la República Dominicana en 1962. Estamos obligados a dar la batalla por la democracia y rechazar las diabluras antidemocráticas. Vengan de donde vengan.