Como nación independiente, que ha luchado a brazo partido para forjar una identidad y por obtener un desarrollo digno para todos sus ciudadanos, la República Dominicana debe reiterarse en los valores de la democracia, la defensa de los derechos humanos y de los valores esenciales de la humanidad: la libertad, el respeto, la dignidad y los derechos fundamentales de la vida, el trabajo, la cultura, el libre tránsito, entre muchos otros.

Juan Pablo Duarte sustentó muchos de sus pensamientos en los valores humanos y en crear una República Dominicana libre, digna, sin interferencia o intervención extranjera, y respetando el derecho de los otros pueblos.

Sin embargo, una fracción de dominicanos se ha empeñado en tratar de crear un conflicto con la República de Haití, como si hoy el vecino país representara la mayor amenaza para nuestra patria, para su independencia, para su desarrollo, para su integridad. Esta gente, por suerte minoría en República Dominicana, razona que somos una nación sustentada en la oposición  a todo lo esté relacionado con Haití; que seremos y seguiremos siendo un país en función de que logremos el hundimiento de Haití y de sus integrantes.

Y en esa guerra imaginaria que han logrado sembrar en una parte de la sociedad, de que Haití es una amenaza para nuestra existencia, se inventan todas las tramas, fabulan sobre el discurso y la realidad. Y como la realidad no confirma sus creencias, se inventan agresiones, tramas, intentos de unificar la isla, conquista del territorio y cobardía del gobierno porque no responde con la movilización de las Fuerzas Armadas para hacer frente a las supuestas agresiones de Haití.

Una fracción de dominicanos se ha empeñado en tratar de crear un conflicto con la República de Haití, como si hoy el vecino país representara la mayor amenaza para nuestra patria, para su independencia, para su desarrollo, para su integridad

Las informaciones falseadas y alarmistas tienen abrumada a la sociedad dominicana. Mucha gente se ha tragado el cuento de que ciertamente el país se hundirá porque los haitianos traman en su contra. Ahora se proclama que hay que proteger al cuerpo diplomático y consular que trabaja en Haití porque corre riesgo de ser agredido. Y el Ministerio de Relaciones Exteriores recibe todas las presiones para que demuestre que defiende la nacionalidad agredida, luego de que un grupo de haitianos agredió o atacó un consulado dominicano en un poblado fronterizo del vecino país.

Se arremete contra la representación de Canadá porque empresarios de ese país, a través de una fundación sin fines de lucro, ha construida casas para familias pobres de Puerto Plata, que viven en un viejo y destartalado ingenio, y todos los organismos de seguridad del Estado, la justicia, Migración y hasta el Departamento Nacional de Investigaciones, porque en ese pueblo se han construido viviendas para haitianos ilegales.

Y se dan cuenta que en realidad son dominicanos, y muy pocos haitianos que trabajaban en los bateyes del ingenio Montellano, que son envejecientes, dominicanos negros, pobres y desamparados. Y hasta enjuician a un pastor evangélico, dirigente reformista, que preside la fundación que donó las casas, El Samaritano. Hasta el cardenal López Rodríguez ha dicho que eso es intolerable, que no deben construirse viviendas a ilegales.

Y el embajador de Haití habla y la sociedad de diarios dedica un documento a desmentirlo con palabras tan duras como las del embajador. Claro, la Sociedad de Diarios habla muy poco, para no decir que prácticamente nunca ha dicho nada en defensa de la libertad de expresión o cuando los periodistas han sido agredidos o paleados.

Ahora, porque se trata del embajador de Haití la emprende con palabras altisonantes y agresivas. Pero esa misma Sociedad de Diarios fue testigo a final del año pasado, de las agresiones a los periodistas que acudieron a un hotel de la capital a cubrir las incidencias de una protesta en donde estaría el ex presidente Leonel Fernández, y no se pronunció sobre esas agresiones.

Ahora emite un documento que publican los grandes diarios, porque las palabras del embajador haitiano aparentemente fueron ofensivas. Se trata de un ejercicio populista de la supuesta defensa de la libertad de prensa.

Los medios de comunicación dominicanos reflejan un estadio de opinión muy variado sobre la realidad de Haití, y aquí una gran parte de los funcionarios dominicanos hablan del Estado haitiano como un narco-Estado, un Estado fracasado, un Estado dominado por el narcotráfico y muchas otras consideraciones que pudieran ser conflictivas. De hecho, no le reconocen al vecino la calidad de país. Lo califican de "conglomerado humano", "esa cosa", etc.

Pero decimos que Haití nos invade con sus nacionales, que Haití quiere que le otorguen la nacionalidad a sus nacionales, que Haití no entrega documentos de identidad a sus ciudadanos y que el mayor peligro para la RD lo representa Haití.

Insisten con el mito de la invasión. El pueblo dominicano sabe que las invasiones no son pacíficas ni llevadas a cabo por personas que huyen de la miseria y buscan un poco de pan y abrigo. Las verdaderas invasiones se hacen con soldadosl, barcos, tanques de guerra, aviones, infantería. Como las que sufrimos los dominicanos en 1916 y en 1965, procedente de Estados Unidos, no de Haití.

Haití debe resolver sus problemas, de la manera más democrática y justa. Pero se trata de una nación intervenida por una fuerza militar humanitaria. Haití carece de un aparato militar. Hace 5 años ese país resultó destruido por un terremoto con más de 150 mil muertos y otros tantos miles mutilados y afectados, con la capital semidestruida. Los dominicanos les hemos dado apoyo, y debemos insistir en apoyarles.

Lo que corresponde al gobierno, respecto a los haitianos que cruzan la frontera, es establecer un régimen de protección que impida el tránsito continuo hacia dentro del territorio dominicano. Y para ello deberá mejorar la vigilancia, entrenar el personal militar, evitar la corrupción y disponer de medidas más estrictas, sin violentar los derechos de las personas. Todos los países tienen controles en sus fronteras.

Hay grupos que incitan a la violencia, que quieren desatar la violencia, que ahora también quieren insistir con la construcción de un muro en la frontera. Una versión hitleriana en el Caribe para hacer frente a un problema de fácil solución.

Los ultraconservadores están atizando actos de violencia con consecuencias políticas inmediatas sobre la sociedad dominicana. No bastó que desnacionalizaran a cientos de miles de dominicanos de ascendencia haitiana, tampoco bastó que hicieran un boicot a la aplicación de la Ley 169-14 de regularización propuesta por el presidente Danilo Medina, luego de un amplio consenso político. Ahora quieren incitar a la violencia en la frontera y en otros pueblos en donde hay tradición de armonía, pero que hay ciudadanos de ascendencia haitiana, porque hubo ingenios azucareros y hubo mano de obra importada que el Estado permitió que se establecieran y echaran raíces en la sociedad dominicana. El modelo para los ultranacionalistas es Trujillo y la matanza de 1937, hazaña inhumana y trágica que ha sido defendida por una parte de la vocería de estos personajes, promotores del odio y la violencia.

La sociedad debe estar advertida de que se trama una tragedia, que podría recaer sobre los hombros del presidente Danilo Medina, quien ha hecho grandes esfuerzos para evitar que el país caiga en una situación más grave de desprestigio del que ha estado recientemente como consecuencia de las acciones legales de algunos de estos grupos ultraconservadores.

La responsabilidad total será del gobierno, pero el gobierno sabe quiénes son los promotores del odio sin sentido.