La tarea no es nada fácil. El presidente Luis Abinader está tratando de sembrar esperanza en el futuro de la República Dominicana. Le corresponde, como presidente de la República en el período más oscuro de nuestra historia reciente, en democracia.

Estuvo en Samaná al inicio de esta semana y reconoció que lo que nos ha afectado es una crisis de esperanza en el futuro. Y para estimular a las fuerzas y voluntades de progreso del país, siembra optimismo como puede. Algunas iniciativas salen bien, otras salen no tan bien.

Ya el presidente prometió la prosperidad a Pedernales, Montecristi, Santiago y ahora a Samaná. Coincidencialmente, tres de esas ciudades son polos turísticos con gran potencial. Santiago es una vibrante y próspera ciudad, con capacidad y riqueza para echar adelante, y un pujante sector empresarial de los más dinámicos del país.

A Samaná le falta infraestructura y un ministerio de Turismo que se empeñe en organizar, disciplinar y hacer respetar las reglas del buen turismo. Samaná lo tiene todo para ser un extraordinario punto de recepción de turistas. Con las ballenas, Los Haitises, Playa Rincón, El Valle, Las Galeras, Cayo Levantado, El Salto El Limón, Portillo y Las Terrenas, no hay un lugar en el mundo que concentre tantos atractivos en un territorio tan pequeño. El presidente acudió para darle el empujó, el estímulo necesario para comenzar a andar en nuevas condiciones.

Hay medidas que son necesarias, como la racionalización del costo del peaje de El Bulevar Turístico del Norte, que es excesivamente oneroso. El gobierno y la justicia deben adicionar apoyo jurídico y transparencia para que Playa Rincón pueda ser desarrollada. Hay muchos embrollos jurídicos o semi-delincuenciales allí.

La comunidad tiene que ser escuchada. Las bellezas naturales y puntos de interés turísticos tienen que ser respetados. Los dueños de botes y embarcaciones que realizan viajes para observar las ballenas jorobadas tienen que ser regulados y controlados. Los ministerios de Turismo y Medio Ambiente deben actuar con forma coordinada frente a los efectos nocivos que se han visto en algunas playas, como Playa Bonita, en donde la depredación ha sido constante. Las Terrenas necesita protección. Desaprensivos cometen crímenes frecuentemente. El hacinamiento y la sobreexplotación de algunas de las playas convierten Las Terrenas en un espacio peligroso.

Autoridades nacionales, autoridades locales, comunidad y empresarios que han invertido, porque han crecido en una explotación turística ventajosa y razonable, deben ponerse de acuerdo. Es el momento para que los samanenses tomen acciones, valientes e inteligentes. De lo contrario, tendrán poca oportunidad de aprovechar el privilegio que la naturaleza le ha otorgado.