Si lo de Puerto Plata fue planificado por una mente maliciosa, con interés de provocar una crisis entre los gobiernos locales, ahora encabezados mayoritariamente por el Partido Revolucionario Moderno, y el Gobierno central, hay que advertir de que hemos tomado un camino errático, irresponsable, diabólico y perversamente insidioso.
La maldad existe, y se puede vestir con el hábito del monje o del peregrino. Y hacer mucho daño, como seguramente ha ocurrido en Puerto Plata el domingo pasado.
Las reacciones no han ayudado a un entendimiento o a un esclarecimiento de lo ocurrido. Cada quien ha tomado la parte que más le cuadra políticamente. Y la peor reacción fue la del ministro de salud, doctor Rafael Sánchez Cárdenas. Debió seguir siendo el ministro de salud, realizar una investigación o participar de una investigación, y sólo después reaccionar. Hizo lo contrario: se cuadró como político y reaccionó airadamente, con sustento, sin tomar en cuenta que en la marcha había protección de la Policía Nacional, motivados de la Dirección General de Transporte Terrestre, camión de bomberos del Ayuntamiento recién instalado y vehículo del Sistema de Protección 911. Y Sólo escogió como sus blancos al alcalde Roquelito García y al Partido Revolucionario Moderno.
Corresponde actuar con moderación, y más si se trata de una autoridad que tiene el deber y la responsabilidad de sustentar sus actuaciones en hechos y no en decires. La Iglesia Católica permitió que el peregrino entrara en la catedral provincial, y aquello estuvo repleto de personas. Y una gran cantidad de ciudadanos recibieron a este hombre que dice ser enviado de Dios o preferido de Dios para entregar su mensaje al pueblo dominicano.
El camino a tomar debe ser el del respeto y la buena fue. Si alguien quisiera fastidiar más, hundir más la inseguridad y el riesgo del país sólo tendría que agitar las aguas en torno a este fenómeno de religiosidad popular. Meter cizaña y acusar a los demás de que son los culpables es la mejor vía para el caos. El fracaso de la maldad es el diálogo y el entendimiento. A la autoridad nacional le corresponde en primer lugar escuchar y no ira de bruces como ocurrió con las declaraciones del lunes en la mañana del ministro de salud.
El discurso de anoche de Gustavo Montalvo, ministro de la Presidencia, es la posición más correcta. La responsabilidad de lo ocurrido es de todos, no sólo de las autoridades locales de Puerto Plata. Y lo mismo ocurre con la seguridad del municipio, a cargo del subdirector regional de la Policía Nacional, que ante una violación del confinamiento no evitó que se produjera, sino que facilitó su realización. El papel correspondiente al ministerio de Salud Pública es el cordón epidemiológico que ya fue anunciado, para evitar la expansión del virus, tanto como sea posible.
La otra cosa es que el peregrino debe ser obligado al cumplimiento de la ley, y a no volver a realizar actividades riesgosas, como la que protagonizó el domingo en Puerto Plata.