Hoy se cumple el primer año de la presente administración gubernamental. Sin embargo, lo de primer año es solo un formalismo, porque en realidad se trata del cumplimiento del quinto año seguido del presidente Danilo Medina al frente del gobierno.
Danilo Medina llegó a la presidencia de la República el 16 de agosto del 2012. Asumía el cargo en sustitución de Leonel Fernández, quien en nombre del Partido de la Liberación Dominicana, venia de gobernar durante dos períodos consecutivos, 2004-2008-2012. Con el cumplimiento del período de gobierno 2016-2020, se cumplirán 4 períodos de gobiernos consecutivos en manos del Partido de la Liberación Dominicana. El PLD también gobernó el país en el período 1996-2000, y apenas hubo un gobierno diferente: el de Hipólito Mejía, como presidente de la República entre el 2000 y el 2004.
Los tres períodos de Leonel Fernández y los dos períodos de Danilo Medina han representado para el país cinco períodos de gobiernos, 20 años, entre 1996 y 2020. Ha sido tiempo más que suficiente para la realización de transformaciones profundas en una democracia marcada por el sesgo social injusto, por la falta de institucionalidad, por el clientelismo y la ausencia de soluciones duraderas a los problemas más notables de la sociedad dominicana.
Iniciamos el siglo XXI con la certeza de que se iniciaba un nuevo ciclo de soluciones a los problemas ancestrales de la democracia dominicana: reducción de la pobreza y la desigualdad, eliminación del déficit de generación eléctrica y nueva responsabilidad ciudadana con el pago de los servicios, puesta en marcha de una verdadera seguridad social, mejoría sustancial de los servicios de salud, ampliación de la cobertura educativa y mejoría de la calidad de la enseñanza, y mejora de la calidad institucional, incluyendo reducción de la corrupción en la administración pública y puesta en marcha de un sistema de consecuencias.
Los gobiernos se ocuparon de lo mismo que los anteriores gobernantes se habían ocupado: básicamente inversión en obras de infraestructuras, carreteras, presas, construcción de escuelas, trenes o metros urbanos, mucho movimiento de tierra y perpetuidad del sistema económico que no redistribuye la riqueza, aparta de un fuertísimo endeudamiento externo, ahora perfeccionado con un endeudamiento público que amarra el futuro de la sociedad dominicana.
Tampoco logramos superar la permanente convicción de los gobernantes dominicanos: que son herederos de un trono que le ha sigo legado para ejercerlo mientras vivan, y por tanto están obligados a realizar todas las patrañas para permanecer en el poder, utilizando el poder para perpetuarse, sin importar el daño que infringen a la sociedad. Eso explica la frecuente recurrencia a modificar la Constitución de la República.
Balaguer modificó la Constitución y gobernó 22 años, Leonel modificó la Constitución, y llegó a gobernar 3 períodos de gobierno, y aún aspira a volver a la presidencia. Hipólito gobernó cuatro años y modificó la Constitución para quedarse, pese a sus promesas de que no aspiraría a la reelección, y Danilo llegó con las mismas promesas, y modificó la Constitución para quedarse, se quedó y hay ahora quienes entienden que debe seguir, cambiando otra vez la Constitución.
La política y la institucionalidad en la República Dominicana sufren con frecuencia la fiebre de la continuidad y la reelección. Todos los argumentos para justificar ese apego al poder se utilizan. Con el presidente Medina ya está en marcha la prueba de ensayo. El presidente guarda silencio o manda a decir que no le interesa la reelección. Sus más cercanos colaboradores dicen que no hay posibilidad de que continúe. Todo es parte de un estudio y de una búsqueda para sensibilizar a la sociedad.
Como dijo Gustavo Montalvo, el Ministro de la Presidencia la pasada semana, es necesario buscar y promover opciones nuevas, rostros nuevos, que ejerzan el poder desde perspectivas y visiones nuevas. La sociedad los necesita. La historia tendrá el rigor de juzgar con justicia a los que aprovechan y manipulan el poder con fines de perpetuidad.