Ángela Hernández, escritora e intelectual reconocida, nos ha enviado un texto que hemos querido conocar como nota editorial, al inicio del nuevo año. Gracias a Ángela por este regalo para Acento y para nuestros lectores:
Que la vida te enamore para siempre. Que el alba te arranque lágrimas de felicidad. Que te dejes cautivar por cuanto existe, por cuanto te roza, por cuanto se te muestra, por cuanto apenas se te insinúa.
Que te sientas poblada de jardines, esperanzas y música que se originan en los albores de los tiempos.
Que te dejes habitar por amor en todas sus fabulosas expresiones.
Que al amarte y amar la vida, ames la justicia, cultives la compasión, crezcas en la solidaridad.
Que tu deber sea la felicidad Real. Aquella que solo es posible con gratitud, con complejidad, con coraje, con alegría de vivir, con laboriosidad, con imaginación, con incertidumbres, con pasión, con curiosidad, con aventura, con riesgos, con amor…
Que tu vida sea plena de una manera que jamás imaginaste. Que descubras algún nuevo misterio gozoso.
Que sueltes hacia las aguas del tiempo el peso muerto que has llevado en tu memoria.
Que tu imaginación se libere y te ofrezca lucidez y belleza. Que tu creatividad se libere para renovarte, para renacer.
Que encuentres la frecuencia personal y justa para conversar con Dios, “cualquiera que sea tu idea de Él”.
Toda época es tu época. Todo día es tu día. Todo el mundo es tu mundo. ¿Puedes escuchar tu sinfonía interior, el movimiento de tu vida interior? Ya es hora.
Que descubras, palpes y aquilates la potencialidad de amor, afecto, fraternidad; la potencialidad de crear; la potencialidad de fe y la confianza. Eso que torno cotidiano lo sagrado y sagradas todas las experiencias.
Que cada uno de tus sentidos crezca en sensibilidad para palpar, vibrar, resonar, ver, experimentar, sentir; aunar realidad y sueño, lo cósmico y lo nimio, el instante y la eternidad, lo frágil y lo inmortal, las preguntas y las respuestas, el silencio y la música, la soledad y la compañía, las incertidumbres y las vivaces certezas…
Que armonices en ti, en tu modo singular, amor y libertad, tradición y creación, lo elemental y lo complejo, lo limitado y lo infinito.
Que tu cuerpo y tu alma celebren a cada persona que conoces, a cada persona que has conocido, a cada persona por conocer pues cada una es un motivo de emociones, de conocimientos, de exploración, de asombro.
Que agradezcas las personas fuentes de placer, fuentes de entusiasmo, fuentes de amor.
Que agradezca las personas que te han desafiado más allá de lo que alcanzas a comprender. Ellas te han empujado a ensayar otras miradas, a formularte otras preguntas, a tantear otras perspectivas, a recrearte.
Que agradezcas el aire, la luz, las constelaciones, el agua, el calor de otras manos, el alimento que te nutre, la amistad que conforta.
Que recuerdes siempre lo que significan una brizna de hierba, un ave, un manantial, una persona, las palabras, un árbol… si los miras en la vastedad del universo, si los comparas con las estrellas, los cuásares, las constelaciones… que sientas cómo encarnamos los misterios y milagros de la vida, del amor, de la imaginación.
Que vivas todos los ciclos y cada ciclo de tu vida como la vida total. Eres una totalidad viva, intuitiva, amorosa en cada momento.
Que atesore una mirada justa para ti misma, para ti mismo: una hora de tu vida, un día, un rato valen infinitamente más que el oro o el dominio sobre otros.
Que te conozcas más, que te asombres y maravilles de lo que eres. Que tu paz interior sea tu fuerza para contribuir a un mundo más armonioso, más alegre, más libre.
Que las crisis y las encrucijadas te muestren ventanas, horizontes, territorios a conquistar.
Que descubras tus alas invisibles, la singular magnificencia de los sueños, la libertad invencible.
Que ningún esquema te atrape.
Que ningún chantaje te inmovilice. Que ningún formalismo empañe tu visión. Que ninguna dolencia te rotule. Que las preguntas sean conocimiento.
Que el amor sea tu luz.