El clientelismo político se recrea y rejuvenece en cada navidad, con la entrega de canastas, cajas y regalos de parte de senadores, diputados, síndicos y dirigentes políticos. El político que se sostiene en ese tipo de promoción debe recibir el rechazo de la sociedad, porque esa no es la forma de combatir la pobreza, sino de afianzarla.

Nadie sale de la miseria, ni deja de pasar hambre, porque le regalen una caja de navidad con ron, aceite y arroz. Es la forma de promoción clientelar más burda y miserable.

Quien regala cajas y canastas no lo hace con su dinero. Lo hace con el dinero ajeno, con el dinero del país que ha sido sustraido a través de las múltiples formas de enriquecimiento ilícito que posibilita el Estado.

La liberación de los ciudadanos está en que se adopten y apliquen políticas públicas que no permitan esos regalos envenenados, que tratan de conseguir fidelidad político y electoral, siempre con el uso del dinero del país.

En navidad y año nuevo es cuando mejor se muestran estas miserias vergonzosas y aberrantes. Hay que decirles que no, y rechazar las cajitas y regalitos, que hacen más miserables a los pobres.