Del ajusticiamiento de Rafael Leónidas Trujillo hasta ahora han transcurrido 58 años. La sociedad dominicana, con la democracia que se instaló luego de desaparecido el dictador, ha avanzado lo suficiente como para no aceptar ningún tipo de promoción trujillista, venga envuelta con el vestido que se ponga.
Ha sido el intelectual y poeta José Mármol quien ha advertido la existencia de símbolos trujillistas y propaganda a su trágica gestión de gobierno como el que acompaña esta nota, como si Trujillo fuera el dueño de las aguas o si fluyera de su cuerpo las aguas que consumen en esta comunidad.
Se trata de un recuerdo del trujillismo, que no ha sido eliminado por falta de previsión de las autoridades, y en particular las autoridades del municipio de San José de las Matas, de la provincia de Santiago.
Esto fue lo que recibimos de José Mármol, acompañado de la fotografía: “Es vergonzoso que todavía haya en el país monumentos públicos de loas al tirano Trujillo. Esto figura en un pequeño acueducto de La Cuesta, en la Sierra de SAJOMA, Santiago”.
Un recuerdo ingrato de una dictadura sangrienta y brutal. Precisamente una de las comunidades donde se produjo uno de primeros y más horrendos crímenes del trujillismo: El asesinato de don Virgilio Martínez Reyna y su esposa embarazada Altagracia Almánzar. El asesinato se produjo en la casa que la familia Martínez Reyna había construido en La Cuesta. Llegaron, don Virgilio y su esposa a La Cuesta el 30 de mayo, para descanzar y restablecerse don Virgilio de una operación de apendicitis. Era dirigente del Partido Nacional. Tres forajidos criminales penetraron en la vivienda cuando se apagó la Planta que don Virgilio había donado al pueblo. Allí los acribillaron a los esposos Martínez Almánzar a machetazos. Hace 80 años de aquellos acontecimientos.
En la vida pública dominicana el fantasma de Trujilllo resucita con alguna frecuencia. Tanto en las actitudes de algunos políticos, por su afán desmedido de poder, y su desprecio a las leyes y a la Constitución, como en los discursos de otros desconsiderados, que reivindican las acciones del sátrapa.
La Cuesta, ni San José de las Matas, merecen mantener vigente este recordatorio de que es Trujillo el dador del agua.
España, que tuvo al dictador Francisco Franco hasta 1975, ya ha borrado todas las huellas de ese tenebroso personaje, aunque algunos todavía lo reivindican. Los pueblos que quisieron mantener estatuas y figuras de Franco lo hicieron hasta hace algunos años. Hoy se mantienen los procesos legales para excluir del Valle de los Caídos el cadáver del dictador, y llevarlo a una sepultura familiar, que no represente simbología política alguna.
Es una vergüenza que La Cuesta conserve aún esta imagen de recordación de Trujillo. Acabemos pronto con eso, sin que haya que hacer ninguna colecta pública, y sin que el FALPO tenga que proveerse de los instrumentos destructivos necesarios. Que lo haga el ayuntamiento de José de las Matas, donde Gustavo Montalvo, el ministro de la Presidencia, visita con frecuencia.