Las medidas de políticas migratorias que ha tomado el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, han alarmado al mundo. Por un período de 90 días, en los que deberán analizarse disposiciones más firmes, los ciudadanos siete países árabes no podrán ingresar a los Estados Unidos. La disposición sorprendió a miles de personas que, procedentes de Libia, Sudán, Somalia, Siria, Irak, Yemen e Irán ya estaban ocupando asientos en vuelos desde diferentes lugares del mundo con destino a los Estados Unidos. El caos no pudo ser más alucinante.
También el señor Trump cerró el territorio americano para los refugiados, medida que pone fin a cientos de años de receptividad de ese país con personas afectadas por guerras o países en crisis en diferentes lugares del mundo.
A Trump le falta anunciar muchas otras disposiciones de carácter migratorio, y de cierre de servicios a migrantes que se encuentran actualmente en Estados Unidos. Una población que ha sido objeto de críticas de Trump durante la campaña electora, y que ahora como presidente perseguirá, serán los ciudadanos de muchos países, especialmente mexicanos, que carecen de documentación legal. En ese grupo se calcula que hay por lo menos 11.5 millones de personas.
Entre esos ciudadanos hay muchos dominicanos. Miles de ciudadanos dominicanos, que en este momento viven una situación de tensión y miedo.
Hoy día Estados Unidos es un país que da miedo. Los peores sentimientos están floreciendo en la actualidad. El blanco, anglosajón, de clase media, nacionalista, piensa que los extranjeros le han robado su país y parte de su identidad, se refugia en las ideas de Trump y saca a relucir una actitud agresiva, a veces violenta, contra trabajadores hispanos, latinos, o de otras regiones del mundo, porque han ocupado puestos que entienden podrían ocupar ciudadanos americanos anglosajones.
Estados Unidos, el país líder de la globalización, tiene ahora autoridades que decidieron cerrar sus fronteras, y que quieren construir un gran muro, y que han cerrado el paso temporalmente a millones de personas de seis países árabes, porque mayoritariamente practican la religión musulmana, oran con el Corán y tiene como enviado de Dios a Mahoma.
Lo que viene, como continuidad de las políticas antiinmigrantes del señor Trump, afectará muy seriamente a los ciudadanos dominicanos. Los que están legalmente y los que están ilegalmente. También los que tienen hijos o hijas, hermanos, hermanas, padres o madres que no hayan completado el proceso de regularización. El miedo es generalizado en la comunidad hispana, y hasta caminar por las calles de algunas ciudades se ha convertido hoy día en motivo de terror. Los más atrevidos se están armando, adquiriendo fusiles o pistolas, concibiendo planes de protección, y ya estarán a la espera de medidas restrictivas para el acceso a servicios de salud, de educación o permanecer en los puestos de trabajo que hoy ocupan.
Así como lo han anunciado las autoridades mexicanas, que están disponiendo de recursos económicos para apoyar a sus nacionales en los Estados Unidos, y que agilicen procesos judiciales y administrativos para su regularización, y que están aumentando el personal de servicios en sus consulados en diferentes Estados, las autoridades dominicanas deberán actuar para que nuestros hermanos nacionales que están en Estados Unidos alivien el peso de su miedo con el apoyo del gobierno.
Son muchas las medidas que pudieran adoptar nuestras autoridades, y en particular el Ministerio de Relaciones Exteriores. Incluso, preventivamente, desde ya pudieran coordinar con los grupos de dominicanos organizados, sobre las medidas posibles más urgentes.
Todas las decisiones del gobierno del señor Trump terminarán afectando a nuestra comunidad, y terminarán por afectar la economía dominicana y, por qué no pensarlo, hasta las relaciones comerciales entre los dos países. No es una exageración que el gobierno creara algún equipo de coyuntura para el caso, como ya lo hicieron México y los países de Centroamérica.