El presidente de la Cámara de Diputados, Radhamés Camacho, debe estar arrepentido de haber actuado, o permitido que sus agentes de seguridad actuaran abusivamente contra el ciudadano Máximo Romero Marcial. El suceso fue el domingo en el Estado Quisqueya.

Y no hay que tener una inteligencia emocional superior, ni siquiera tener mucho sentido común, para darse cuenta que el abuso se ha convertido en un boomerang con dimensiones justicieras parecidas a las mejores versiones cinematográficas de los cartones animados de villanos y justicieros de Marvel.

Que se recuerde, no hay un político o legislador que haya pagado tan caro, en su prestigio lesionado, una asistencia a un partido de béisbol. Radhamés Camacho lo sabe y sobre todo en estos momentos debe tener claro que la sociedad a la que él sirve, como político activo, rechaza las formas y los abusos que se cometen desde el poder. Tanto es así, que aunque recibe las duras críticas por las actuaciones contra Máximo Romero, se le está haciendo tarde para rectificar y adoptar una postura humilde, que se corresponda con una persona que desea superar sus déficits, aunque siga siendo presidente de la Cámara de Diputados.

Tampoco se trata de que “la gente es con lo que le coge”. Fue un abuso que cometieron en nombre de Radhamés Camacho y es él que está pagando la sanción pública y moral de los medios de comunicación, las redes sociales, y del público que el martes asistió al Estado Quisqueya para manifestarse contra Camacho. Pocas veces habíamos visto actuaciones indignadas como esta. Camacho no es candidato presidencial, ni tiene posibilidades de ser candidato a la vicepresidencia, para que le hicieran pagar con tanta dureza sus actuaciones, que implicaron la detención de Máximo Romero, y que amaneciera preso en la Cárcel La 40 de Cristo Rey.

La venganza social se ha expresado con mucha claridad. Aunque Radhamés Camacho no busque una asesoría, ni la esté pidiendo, lo que corresponde en un caso como este es que admita que se equivocó, que sus agentes actuaron abusivamente y que él pide perdón por lo ocurrido. Camacho debía demostrar algo de humildad y si fuera posible, pedirle perdón públicamente a Máximo Romero Marcial. Incluso, se fuera posible, buscarlo, reunirse con él y tener un gesto que lo humanice un poco y lo saque de la prepotencia en que la gente lo ubica.

Las cosas que se han escuchado contra el presidente de los diputados van más allá de lo que cualquier político calificaría como tolerable. Pero Camacho ha guardado silencio o quiso justificar que la libertad de expresión tiene doble vía y que él fue ofendido por Máximo Romero. Las ofensas que se han escuchado ahora, en formas y colores, tiene que hacer reflexionar a Camacho para que no le vuelva a ocurrir. La saña de la gente con los que cometen injusticias como la sufrida por Romero no tiene parangón. Aunque se vaya apagando este conflicto, lo que debía ocurrir es que Camacho lo cierre con dignidad y con altura: Reconocer que se equivocó y que hará todo lo que esté a su alcance para que no vuelva a ocurrir. De ese modo reduce parcialmente el daño que ya ha tenido, y baja un poco la atención contra el gobierno. Nadie debe olvidar que Camacho es miembro del Comité Político del PLD.

Un poco de inteligencia emocional le haría bien en este momento a Radhamés Camacho.