El pueblo palestino lleva 70 años de batalla por afianzarse en un territorio propio, pero del que fue despojado por el establecimiento del Estado de Israel. Miles de personas, y en particular niños, han muerto en un enfrentamiento desigual con los soldados de Israel. Este lunes han muerto más de 55 personas y otras 2,700 han resultado heridas, por protestar la decisión de los Estados Unidos, y de su presidente Donald Trump, de trasladar la embajada de ese país a la ciudad de Jerusalén, considerada la capital de los territorios palestinos.

El traslado de la embajada de los Estados Unidos a Jerusalén fue una decisión del Congreso de ese país en 1995, pero ningún presidente, por prudencia y atención a los llamados de diversos países, se había atrevido a ejecutar la decisión. Trump lo hizo, y las tensiones no se han hecho esperar. Ya hay por lo menos 55 personas muertas y más de 2,700 heridos por las tropas de Israel en la frontera de la Franja de Gaza, en donde hay numerosos asentamientos de colonos israelíes establecidos por el gobierno de Benjamin Netanyahu, el primer ministro de Israel.

Netanyahu está feliz con la decisión de Trump. También fue Netanyahu quien convenció a Trump de abandonar el acuerdo de control nuclear que varios países habían establecido con Irán. La salida de Estados Unidos de ese acuerdo genera mucha incertidumbre, y coloca a la humanidad en un serio peligro de nuclearización por parte de países con Irán o como Corea del Norte.

La solución de los dos estados, Israel y Palestina, tan ampliamente debatida y divulgada (leer los artículos de Uri Avnery en Acento), ha quedado sepultada por las decisiones del presidente Donald Trump, aconsejado por el primer ministro Benjamìn Netanyahu. Pero no sólo esa posibilidad de entendimiento, también han quedado sepultadas décadas de esfuerzos de la comunidad internacional para que el medio oriente encuentre una solución a los conflictos entre Israel y Palestina. No debemos olvidar que el 20 por ciento de la población de Israel está constituido por comunidades palestinas que nunca salieron de su territorio.

Más recientemente, la decisión del presidente de los Estados Unidos de lanzar bombardeos contra Siria, razón que adujo para no asistir a la Cumbre de las Américas 2018 en Lima, fue también parte de las políticas promovidas por el primer ministro Netanyahu.

Mientras estas decisiones se ponen en marcha, y se va quebrando la frágil paz que existía en la zona del medio oriente, el pueblo palestino reacciona, con desesperación y con indignación. Sus jóvenes acuden a la frontera con Israel, lanzan piedras y queman neumáticos, mientras los soldados de Israel disparan sus fusiles o lanzan ráfagas de proyectiles que terminan con la vida de 55 ciudadanos y producen heridas a otros cientos.

Mientras tanto, pocos tratan de gestionar un cambio en este cuadro. El pueblo palestino va muriendo arrastrado por una violencia inducida, y por unas autoridades de Israel con escaso apego a la vida y a la dignidad de las personas. Es un panorama desolador y una violencia que deviene directamente de las decisiones políticas de los más encumbrados líderes de los países poderosos.