La cancelación de las elecciones municipales de este domingo genera muchas dudas e incertidumbres al sistema democrático dominicano. ¿Cómo pudo la Junta Central Electoral llegar a las votaciones del 16 y nunca percatarse de que el sistema del voto automatizado estaba colapsado? ¿Fue sorprendida en la ingenuidad y la buena fe la JCE? ¿Desconocían los miembros titulares de la JCE la trampa en la que habían caído?

Son muchas las preguntas. Habría que aceptar la investigación que prometió el presidente de la JCE, Julio César Castaños Guzmán, y aplicar los correctivos de lugar, para que el sistema de votación cobre la confianza que alcanzó en algún momento. Sin embargo, el voto automatizado debe quedar descartado, por la vulnerabilidad que representa, pese a las auditorías que se hicieron previamente y las garantías ofrecidas por la Fundación Internacional para los Sistemas Electorales (IFES), con apoyo financiero de la USAID, de Estados Unidos.

La anulación de las elecciones se produjo por el fracaso del sistema del voto automatizado. Hay que convocar elecciones municipales extraordinarias, antes de las elecciones legislativas y presidenciales de mayo. La ley 15-19, sobre elecciones, dice que en caso de anulación de elecciones las autoridades tendrían que convocar nuevamente a votaciones en un mes.

La JCE puede recuperar parte de su credibilidad si explica al país lo ocurrido con el fracaso del sistema de voto automatizado. Castaños Guzmán prometió indagar qué sucedió y por qué fracasó el sistema, y que si hay responsables indicarlo con claridad y que los responsables paguen las consecuencias de sus acciones. Los equipos deben ser protegidos, custodiados, para evitar que sean tocados por nadie, en lo que se determina a cargo de qué empresa podría quedar la investigación.

Los técnicos de la JCE no pueden realizar ningún trabajo o investigación, porque no sería válido. Nadie creería lo que encuentren. Los miembros del Ministerio Público tampoco son confiables, porque tienen inclinación política y hay rumores sobre su comportamiento que los anulan como entes independientes. IFES y Alhambra Eidos son dos entidades que ya ofrecieron garantías y no son confiables. Una posibilidad es que los miembros de la delegación de Observadores Internacionales de la OEA, en coordinación con el secretario general Luis Almagro, se conviertan en receptores de los equipos y los auditores, buscados por ellos, para que se haga una investigación que pueda resultar creíble.

Las excusas pedidas por el presidente de la JCE, Julio César Castaños, son justificadas por la vergüenza que representa este fracaso técnico, político y profesional de todos los miembros titulares. “Y afrontaremos todas las consecuencias”, ha dicho el vocero del organismo, consciente de que hay quienes desean su salida, y la del Pleno, inmediata la dirección de la JCE.

Luego de las investigaciones, la JCE tiene que reclamar los fondos invertidos en tecnología con la empresa Digiworld, para que no ocurra en 2016, con el fracaso de los equipos adquiridos por más de 39 millones de dólares, con la empresa INDRA Internacional, a la que hubo que completar el pago total sin que sus equipos sirvieran para lo que fueron adquiridos.

No somos de los que reclaman la renuncia o destitución del Pleno de la JCE, pues creemos que pese a lo ocurrido pudo haber sido sin su consentimiento, sin su conocimiento ni su participación. A los miembros de la JCE hay que darles la oportunidad de limpiar sus nombres y su honor. Nunca antes una JCE había pasado por el drama de tener que suspender unas elecciones el mismo día en que la sociedad acudía elegir a sus autoridades. Acusar a la ligera es una injusticia, y los más interesados en que se aclare el tollo electoral ocurrido este domingo deben ser los miembros de la JCE.

Los líderes políticos deben actuar con prudencia y moderación. Y poner los intereses del país por encima de sus particulares ambiciones e intereses políticos. Esta crisis, si nos llevamos de las pasiones, podría conducir al país a un quiebre de sus instituciones democráticas. Y no podemos dejar que pase algo así.