La despedida del 2019 en violencia de género ha sido más que vergonzosa y desmoralizante para la sociedad dominicana.

Que triste y doloroso ha sido este terrible año en la lucha por la equidad de género y la no violencia contra las mujeres.

Aparte de las cifras escandalosas de mujeres asesinadas, agredidas y abandonadas a su suerte por las autoridades, hubo un grandioso esfuerzo para llamar la atención hacia políticas públicas competentes y efectivas, que redujeran la criminalidad contra las mujeres, los embarazos de las adolescentes y los matrimonios de menores.

Desde inicio del año 2019 hubo expresiones potentes. Muchas declaraciones de líderes políticos, empresariales, sociales, religiosos, intelectuales y de sociedad civil. A favor de la igualdad de las mujeres con los hombres en las posiciones estatales, en el Congreso y los municipios, y en los salarios y en las leyes, incluyendo las electorales. Las declaraciones de intenciones fueron solamente eso.

Hay una gran batalla por las mujeres del ámbito político buscando que se cumplan las leyes que buscan equidad electoral. Los políticos siempre encuentran las formas para burlar ese derecho. El el ámbito social y empresarial pocas mujeres salieron adelante en sus proyectos sociales. Hay luces, claro, pero siempre es mayor el esfuerzo que debe poner una mujer que el que se desprende de iniciativas promovidas por hombres.

Pero la violencia es la gran tacha, la sombra que nos aturde y los esfuerza a mantener el reclamo y exigir de las autoridades políticas más efectivas y menos declaracionismo exhibicionista. Corresponde al Ministerio Público, a la Policía Nacional, a los ministerios sociales, como el de la Mujer, Salud Pública y Educación, la extirpación y sanción de la violencia de género y evitar las muertes de mujeres.

No es digno un país que permita que sus mujeres, por el hecho de ser mujeres, mueran a manos de sus novios o maridos. La agresividad y violencia de los hombres con las mujeres puede ser eliminada, y hay ejemplos de éxitos en cambios de conductas agresivas. Pero la educación es un factor, además de la sanción cuando se pone en marcha el ciclo de violencia. Las mujeres tienen que estar atentas y denunciar a los agresores antes de que lleguen a matar.

El caso de Juana Peña Cruz, de Jarabacoa, asesinada el domingo 29 de diciembre, es vergonzoso y desmoralizante. La Policía ha dado una versión que a cualquiera conmueve. Es la propia versión de la Policía Nacional, a través del comandante del municipio, teniente coronel Luis Vargas Morillo.

Juana Peña Cruz fue agredida por su marido con una escopeta. Varios perdigones la hirieron. Fue a la Policía donde recibieron su denuncia, y la llevaron al hospital, donde recibió atenciones y el dictamen de los médicos es que su vida no corría peligro, y la despacharon. Ella quiso ir a recoger a sus seis hijos, que estaban en la casa donde su violento marido, José Esteban Mármol, portaba una arma de fuego con disposición para utilizarla.

Los agentes policiales acudieron a la una de la madrugada a la residencia. En su propio vehículo, una camioneta, llevaron a Juana Peña Cruz, en la parte de atrás. La dejaron sola, oportunidad que tuvo su marido para asesinarla. Uno de los hijos resultó herido. Los agentes no pudieron apresar al criminal. Está claro que aquí lo mínimo que hubo fue incompetencia, aparte de la irresponsabilidad de dejar sola a una mujer agredida, en horas de la madrugada, frente a la residencia donde está, con arma de fuego, un marido violento.

Este caso, que tal vez no sea el último como tragedia contra la mujer en el 2019, debe servirnos de reflexión y potenciar los esfuerzos en la búsqueda de la equidad, el respeto y la no violencia contra las mujeres en el 2020. Valdría la pena.