¿Es posible una negociación en el Partido Revolucionario Dominicano? Esa es la gran pregunta a la que todo el que sigue el acontecer política quisiera encontrarle la respuesta.

Hipólito Mejía, uno de los personajes que se encuentra en el centro del conflicto, ha reiterado su interés en el entendimiento con Miguel Vargas Maldonado, e incluso ha solicitado a la Iglesia Católica que realice una gestión de mediación.

Vargas Maldonado reitera con sus actuaciones y con sus palabras que no quiere entenderse con Mejía, y eso quedó claro desde el momento en que regateó el triunfo del ex presidente en la contienda interna del PRD por la nominación presidencial para las elecciones del 2012.

Vargas nunca quiso hacer campaña por Mejía, pese a que mantuvo bajo su control la presidencia del PRD.

Como telón de fondo está el proyecto reeleccionista de Mejía en el 2004, está el rechazo de Mejía a llevar a Vargas como candidato vicepresidencial en el 2012, está la acusación de que el PLD ayudó a Mejía a ganar la convención del 2011.

Los enconos en el PRD, como puede notarse son personales, y ya trascendieron las diferencias políticas o ideológicas, para colocarse en el ámbito de los odios e irracionalidades.

Las acusaciones mutuas de los dos grupos tienen colores encendidos, agresivos, virulentos. Y lo que ocurrió el sábado es la más palmaria demostración que el entendimiento político no es posible, porque esos grupos llegaron al terreno de lo irreconciliable.

Son dos partidos políticos, uno encabezado por Miguel Vargas y otro encabezado por Hipólito Mejía. Si no hay entendimiento posible, como ya han dicho los voceros y el propio Miguel Vargas Maldonado, ¿cuál es el camino a seguir?

La formación de otro partido o que pacten una convención sin la presencia de ambos. Pero ni eso será posible.

El tema sigue siendo la continuación de la contienda interna del 2011, nunca dejada de lado por Miguel Vargas Maldonado ni por Hipólito Mejía. Siguen peleando por la candidatura presidencial, ahora del 2016.

En lo que se pelean, el PRD se va agotando, se va consumiendo, convirtiéndose en una minoría que no representa el sentimiento democrático que tuvo cuando Peña Gómez era su principal líder.

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