La muerte de Fernando Rainieri, ocurrida tras un aparatoso accidente automovilístico, tiene que motivar una reflexión sobre la seguridad en las autopistas dominicanas, y generar alguna decisión en las autoridades del Ministerio de Salud Pública para proveer al país de un procedimiento que deba ser puesto en marcha en casos de accidentes.
Y no se trata sólo de Fernando Rainieri hijo, sino de muchos otros casos en que el protocolo o procedimiento para salvar la vida de la persona accidentada presenta complicaciones, pérdida de tiempo y órdenes muchas veces incongruentes que terminan por cerrar cualquier posibilidad de salvar la vida de los accidentados.
Recordemos el caso de Claudio Caamaño, quien tuvo un accidente en Baní, y fue atendido en un centro asistencial de la provincia Peravia, luego despachado para ser atendido en un centro médico con mayores recursos en el Distrito Nacional, y en vez de acudir a un centro traumatológico fue llevado a un hospital cardiovascular.
¿Quién o quiénes toman las decisiones para llevar a un accidentado a un centro de salud? ¿Cómo se debe proceder con el accidentado, cuáles medidas deben tomar los profesionales que actúan en estos casos? ¿Un buen samaritano, que está obligado a hacer para cuidar la vida de un accidentado? ¿Vieron ustedes las imágenes de Fernando Rainieri accidentado dentro del vehículo? ¿Para qué y por qué exponerlo en las redes sociales? ¿Cómo es posible que las personas que vieron el accidenta estuvieron tocando las piezas, dañando la escena en donde una o varias personas pudieron perder la vida?
Obvio, que estamos ante una gran deficiencia, como país. El Ministerio de Salud Pública puede tener un protocolo, pero si nadie lo conoce, es como si no existiera. Instrumentos como estos deben estar en manos de sistemas como el 911, o de las empresas o instituciones que tienen ambulancias, o las empresas de renta de helicópteros y aviones para atender a personas accidentadas.
Es probable que Fernando Rainieri hijo, como Claudio Caamaño, tuvieras accidentes que inevitablemente les llevaran a la muerte. También es probable que si la atención a los accidentados se hubiese producido con las normas oficiales, y con la rapidez que mandan estos casos, ambos estuvieran vivos, aunque con lesiones motoras considerables.
En el caso de Rainieri hay que lamentar la velocidad a la que conducía, a todas luces irregular en una vía de tráfico masivo de automóviles y autobuses. Luego del accidente, y reportado de inmediato a las autoridades y a sus familiares, la ambulancia que le proporcionó el servicio de transporte debió tener claridad sobre el lugar preciso donde debía llevar al accidentado. Una hora de espera para transportarlo fue demasiado, si tomamos en cuenta el sangrado profuso en ambas piernas. Se trataba de un hombre joven, corpulento, en buenas condiciones de salud, y pudo resistir. Pero llevarlo a La Romana y luego volver hacia atrás, para conducirlo a Santo Domingo, fue una pérdida de tiempo irreparable, en un caso como este.
Si no hay una red, una institución pública o privada que ponga en marcha el conocimiento y aplicación, en forma permanente, de un plan para el manejo de los accidentes, en la República Dominicana seguirán muriendo ciudadanos que pudieron conservar sus vidas.
Se trata también de entrenar personal, de disponer de alguna oficina con especial dedicación a situaciones de emergencia. Eso puede servir para atender ciudadanos dominicanos o extranjeros. En este país pasan sus vacaciones o nos visitan 7 millones de turistas por año. Bastantes accidentes han ocurrido con turistas.
El gobierno ha inaugurado hospitales traumatológicos, como el Profesor Juan Bosch, en La Vega, o el nuevo Darío Contreras. En estos centros deben trabajar los profesionales con capacidad y disponer de los recursos para atender los casos de emergencia. ¿Hay helipuertos en esos hospitales? ¿Hay helipuerto en Cedimat y la Plaza de la Salud?
Fernando Rainieri fue trasladado en helicóptero pero no había un lugar disponible para que la aeronave aterrizara. En el Estado Quisqueya había una actividad artística, y en las cercanía, en otro espacio abierto, había unas grúas de una congregación evangélica.
Todo el mundo sabe que la República Dominicana es uno de los países con mayor letalidad por los accidentes de tránsito. Eso lo sabemos y las autoridades de salud, y hasta la presidencia, han hecho campañas de prensa para hacer conciencia entre los conductores. ¿Cuándo se tendrá un protocolo, aplicable y que esté en mente de todo el que interviene, en casos de accidentes automovilísticos?
Nos hace mucha falta. Si lo hubiese aplicado en el caso de Fernando Rainieri hijo, es probable que hoy estuviera entre nosotros. Si el gobierno o personas con capacidad económico del sector privado se sensibilizan con esta muerte trágica, tan vez ayuden a que tengamos la posibilidad de un cambio en este descuidado sistema de salud. A cualquiera, rico o pobre, dominicano o extranjero, del norte o del este, le puede pasar. Y podría necesitarlo.