Los haitianos van hoy a las urnas para completar unas elecciones que iniciaron en noviembre del año pasado.

La segunmda vuelta quedó pautada para este domingo 20 de marzo, entre los candidatos Michel Martelly y la ex primera dama Mirlande Manigat.

Los haitianos, como los dominicanos, son tradicionalmente muy emotivos con sus procesos electorales. Hait{i ha sido casi siempre escenario de violencia en las elecciones, especialmente las que se han realizado en un ambiente de democracia, después de 1986.

La comunidad internacional tiene una fuerte presencia en el Haití luego de la salida del ex presidente Jean Bertrand Aristide, por un golpe de Estado. Artistide ha sido el líder más carismático que ha tenido Haiti en los últimos tiempos. Ese ex presidente y ex sacerdote, combina la religión católica con los ritos populares del voudú, y ha logrado un sincretismo extraño, que apasiona a las masas populares.

Aristide apenas ha llegado ayer a Puerto Príncipe, luego de varios años en Sudáfrica. Tenía que llegar, pues ya se había permitido la llegada al país del ex dictador Jean Claude Duvalier. No había razón para impedir su entrada, y nunca la hubo.

Su liderazgo disminuía a los demás. Hay que rogar que estas elecciones de hoy se definan con facilidad, y no haya ninguna crisis post electoral. Mirlande Manigar y Michel Martelly son dos figuras novedosas de la política haitiana. Una ex primera dama, y el otro un cantante y humorista popular.

El retorno de Duvalier y Aristide no tiene por qué representar ninguna crisis. Ellos están obligados a contribuir con su país salga bien del proceso electoral, para que pueda hacer frente a los enormes desafios que tiene esa nación, con cientos de miles de personas viviendo a campo abierto, luego del terremoto que les afectó el pasado año.

Nuestro interés es que los haitianos encuentren pronto, tanto como sea posible, su camino para la prosperidad. Esa prosperidad pasa, previamente, por recuperar su soberanía. Y para ello deben unirse en una voluntad firme de ayudar a sus conciudadanos pobres, afectados por la más terrible de las tragedias, la de no entenderse entre hermanos.