Las estadísticas oficiales apuntan a que, en 2019, más de 15 mil abortos se registraron en las clínicas y hospitales del país. El número no indica las condiciones ni los contextos, pero evidencia las decenas de mujeres que todos los días, viven probablemente la situación más triste y desdichada de sus vidas.

Pocos momentos hay más difíciles para una mujer que enfrentar la muerte de una criatura que lleva en sus entrañas, aun cuando es por decisión propia. En primer lugar, porque estas elecciones corren contra la naturaleza: nadie debe decidir sobre la vida de nadie, bajo ninguna circunstancia.

Pero lo que República Dominicana vive ahora es un debate contaminado por los extremos y que no termina de comprenderse a plenitud: las excepciones en la sanción del aborto, con las llamadas tres causales -cuando la vida de la mujer corra peligro, cuando médicamente sea imposible que la criatura pueda sobrevivir y cuando el embarazo sea producto de un incesto o una violación-.

Estas tres circunstancias que se plantean, fíjese, en ningún caso retrata a una mujer en control de lo que está enfrentando, al contrario, son situaciones que ella no ha buscado, de la que solo es víctima. Entonces, sobre estas excepciones no puede tildarse la decisión de abortar como una medida ligera y falta de responsabilidad para asumir la maternidad, como se puede interpretar de inicio.

Lo que aquí se está discutiendo es el derecho a elegir: si una mujer está viviendo la angustia de llevar sobre su vientre una criatura que verá morir horas después de nacida, o si ha sido violada, que pueda ella decidir sin miedos y sin ser juzgada el camino que, bajo su criterio, sea el menos doloroso.

Curioso, que sean voces masculinas las representativas en defender la vida de una criatura que, muy probablemente, no conocerán, ni alimentarán, ni criarán, ni ayudarán. Una crítica certera que enfrentan estas voces es que, precisamente, no impulsan proyectos alternativos, ni se involucran en las soluciones que defienden. ¿Manteniendo la prohibición de la interrupción del embarazo resolvemos algo? Todo queda igual, con más de 100 mil interrupciones clandestinas por año. ¿Qué propuestas tienen los que quieren prohibir las tres causales? Nada.

Curioso que en esa defensa “provida”, también se utilice a las tres causales como “antesala” o “puerta” a que se apruebe el aborto libre aquí. Tomemos a Argentina como ejemplo: en el 1921 ese país aprobó la despenalización del aborto cuando está en peligro la vida o salud de la mujer o cuando el embarazo es producto de un abuso contra una mujer con discapacidad; un siglo después, todavía Argentina no ha despenalizado el aborto libre.

La sociedad dominicana está dividida en una discusión ya resuelta para casi, casi, todos los Estados, pues formamos parte de una lista de cinco países que penaliza el aborto bajo cualquier circunstancia.

Es cierto, el camino es largo y complicado. Despenalizar el aborto implicará obligatoriamente un nuevo Código Penal que plantee las condiciones y pueda garantizar que solo los casos de excepción queden libres de pena.

Ahora bien, este paso por el derecho de las mujeres a decidir, no puede convertirse en una llave media abierta, en una excusa para empujar abiertamente el aborto. Rechazar las tres causales bajo el alegato de que es una puerta abierta, carece de validez. Siguiendo con los ejemplos, Chile en 2017 salió de la diminuta lista de países que despenalizó en aborto en condiciones excepcionales y, tres años después, todavía los doctores y pacientes muestran desconocimiento en los protocolos médicos. Y que aprobar el Código Penal con las causales e iniciar un proceso de educación y compromiso.

Otro enorme reto inmediato es garantizar el acompañamiento a la mujer que tiene un embarazo en estas condiciones. Ahora mismo, ellas viven este proceso en un íntimo dolor que suele enterrarse y del que no se habla jamás, para que no siga carcomiendo.