Una de las más grandes contradicciones de nuestro país es que aspiremos a tener una policía profesional, ética y eficiente, cuando al mismo tiempo nuestros agentes policiales laboran en condiciones de miseria y abandono.
Cierto es que la Policía Nacional requiere de profundos cambios. A propósito, ya se aprobó una ley que debe encaminarla hacia un proceso de reforma, aunque todavía faltan sus reglamentos.
Esa reforma conllevará, necesariamente, la depuración del cuerpo policial, expulsando a quienes se hayan apartado de sus deberes, a los que infringen las leyes o no estén cumpliendo con sus jornadas de trabajo.
Pero mientras tanto es necesario que se comience por pagar salarios decentes a los agentes policiales que están entregados a tiempo completo a la labor de prevenir el delito y proteger a la ciudadanía. Estos agentes y sus familias necesitan, además, garantías de que no serán dejados en el abandono si sufren una lesión permanente en el ejercicio de sus responsabilidades. Que la familia de un policía no quede desamparada si éste pierde la vida en su riesgoso trabajo.
La pobreza no es y nunca ha sido excusa para delinquir o dañar a nuestros semejantes. Sin embargo, nadie está obligado a lo imposible, y la realidad cruda y dura termina por doblegar y vencer incluso a aquellos seres humanos de convicciones y principios más profundos.
No es un secreto para nadie que las pésimas condiciones en que se ven obligados a trabajar los policías dominicanos, en muchas ocasiones los lleva a sucumbir ante las tentaciones y a hacer causa común con los delincuentes.
Se podrá alegar que la vocación ha de estar en primer lugar y por encima de todo para quien se decida a ingresar en la Policía Nacional, sin importar que se devengue un salario insuficiente.
En fin, que la pobreza no es y nunca ha sido excusa para delinquir o dañar a nuestros semejantes.
Sin embargo, nadie está obligado a lo imposible, y la realidad cruda y dura termina por doblegar y vencer incluso a aquellos seres humanos de convicciones y principios más profundos.
Por eso saludamos que los familiares y amigos de los agentes policiales hayan decidido impulsar un movimiento de protesta para reclamar mejores condiciones laborales para estos servidores públicos. Esta lucha es preferible a que los propios policías decidan buscarse la vida por medios ilícitos amparados en el uniforme, la autoridad y el arma.
Apoyamos este reclamo. Porque lo consideramos justo y viable.
Terminemos con esa mentira. No tendremos policías del primer mundo si a nuestros agentes los sometemos a unas condiciones de trabajo del inframundo.