Algunos de los articulistas de Acento describen una situación política y social desoladora, tétrica y espantosa ante los ojos del observador.
Melvin Mañón, por ejemplo, nos decía esta semana lo siguiente:
“El desamparo de los dominicanos es total. No tenemos instancia ni referente donde acudir pero seguimos creyendo y pregonando que somos un pueblo luchador y cuya vocación democrática merece mejor destino. Hasta prueba en contrario, no es verdad que somos ese pueblo, aunque lo hayamos sido en el pasado y volvamos a serlo mañana”.
José Luis Taveras, en su artículo del martes también iba en tono muy crítico, diciéndonos lo siguiente:
“El resultado es una sociedad escéptica, amargada e irritable. Terminamos vencidos por la impotencia y sin fe en lo que hacemos por un sistema que no retribuye nuestros cumplimientos; que nos niega el derecho a un presente distinto. Por eso todavía hay yolas para Puerto Rico, un pasaje de ida y un pasaporte bochornoso listo para cualquier atrevimiento… ¡a pesar del crecimiento! Vivimos como en un país prestado, sin sentido de pertenencia y con el designio de la huida en los puños”.
Muchos otros articulistas y analistas, desde perspectivas distintas, ven con más o menos oscuridad la situación del país. Dinorah García, con optimismo y abriendo una brecha a la participación social en la solución, sostiene que hay que hacer veeduría al Presupuesto Nacional:
“La desconfianza en el liderazgo político de la República Dominicana, manifestado de múltiples formas, es lo que demanda la puesta en ejecución de un sistema de veeduría social que le de seguimiento permanente al presupuesto nacional de 2020”.
Estamos en camino a unas elecciones primarias que se han puesto al país en tensión y también en indignación. El tiempo de las primarias está por encima de las demás cuestiones fundamentales.
La gente ha ido agotando su paciencia, y ha escuchado poquísimas propuestas políticas y un montón de propaganda sobre quiénes ganan y quiénes pierden. Y todo el mundo sabe que ese no es el asunto, incluso para los propios que vociferan, muchos de los cuales están fuera de las políticas públicas redentoras de la miseria que hemos acumulado.
Una gran cantidad de personas anda en política y en primarias detrás del pan del día, y de que sus hijos no se acuesten sin cenar. Otros buscan oportunidades para subirse sobre el lomo de las instituciones públicas y exprimirlas. Por tanto, en las primarias no están las soluciones a los problemas del país.
Y por eso las consideraciones duras, agrias, desesperanzadas de lo que somos y hacia dónde vamos.
El mundo globalizado anda en dificultades. En la región Honduras tiene una crisis política e institucional horrible, con un presidente que se reeligió rompiendo la Constitución del país, y con una tanda de violencia social por encima de cualquier otro país del continente.
A nuestro lado, el vecino Haití, está en llamas, con explosiones sociales muy violentas, y con un gobierno débil, que no sabe qué hacer.
Cuba sigue sobreviviendo en medio de una crisis económica y social profunda, con carencias de libertades. Venezuela es una país en desintegración, con dos gobiernos, y sin posibilidad de una negociación que alcance un acuerdo para un gobierno estable y que tienda a la regularización de ese país.
Bolivia va a elecciones el 20 de octubre, con un presidente que aspira a un tercer período, desoyendo la decisión de un plebiscito que rechazó la reelección. Y una oposición fracasada, con dos candidatos débiles y sin iniciativa ni posibilidad de alcanzar el poder.
Nicaragua sigue en crisis, con la represión del gobierno de Daniel Ortega, que se ha convertido en una dictadura, parecido a la que hizo surgir la rebelión popular que triunfo el 19 de julio de 1979.
Estados Unidos, nuestro referente de democracia sólida, va camino a un proceso de Impeachment o separación del presidente de ese país del cargo que ocupa desde 2016. El propio Donald Trump ha comenzado a hablar de guerra civil en Estados Unidos. España ha pasado más de un año en una crisis que conllevó el impeachment al presidente del gobierno, Mariano Rajoy, para que finalmente resultara provisionalmente electo Pedro Sánchez, del Partido Socialista. Hubo elecciones que resultaron sin decisión, y en noviembre vuelven otra vez a las urnas. En Italia acaba de formarse otra vez gobierno, y en Reino Unido la primera ministro Theresa May dimitió para dar paso a un gobierno aún más conservador, encabezado por Boris Johnson. Ahora se habla de la destitución del primer ministro.
Más recientemente Perú, un país que nos ha enseñado tanto en justicia y transparencia en los últimos tiempos, entró en una crisis por las contradicciones entre el presidente Martín Vizcarra y el Congreso. El Congreso fue disuelto o el presidente destituido. Mercedes Araoz, la vicepresidenta designada para sustituir a Vizcarra, acaba de presentar renuncia de manera irrevocable, para facilitar la convocatoria de elecciones presidenciales.
El cuadro no parece halagüeño, y no nos sirve mucho a los dominicanos.
Tal vez sería mejor seguir en primarias, hasta el 6 de octubre, que entrar en un proceso tan duro y desconcertante como un impeachment.