El peregrino Mildomio Adames ha desatado los demonios. Quería poner fin al coronavirus, invocando a Dios en Puerto Plata, y lo que ha hecho es expandir el virus en una dimensión insospechada en esa ciudad del norte del país. De nuevo el país tiene que comprobar que la ignorancia es parte de nuestras más dolorosas tragedias, y que siempre es riesgosa y peligrosa.

¿Cómo fue posible que llegara tan lejos, habiendo iniciado su recorrido a cientos de kilómetros de allí? ¿Cómo pudo traspasar ciudades y municipios en cuarentena, y con toque de queda, si iba acompañado por cientos de personas?

Los momentos de mayor escándalo se dieron con el paso de El Peregrino por los pueblos de Santiago, Navarrete, Altamira, e Imbert. Y lo más importante, iba acompañado y protegido por agentes de la Policía Nacional, por personal del INTRANT, vehículos del Sistema 911, de los ayuntamientos y finalmente personal del Ministerio de Obras Públicas.

¿Hasta dónde vamos a llegar?

Es posible que la fe mueva montañas, como se dice y repite con insistencia, pero este tipo de religiosidad popular, con personajes de vocación profética y política, amargamente poco alfabetizados, no contribuye ni ayuda al combate del coronavirus en la República Dominicana.

Mildomio Adames proclamó, al levantar la cruz y penetrar a las aguas del Atlántico que la República Dominicana quedaba libre de Covid-19 desde ayer domingo y desde este lunes, porque estábamos bendecidos por Dios, porque somos un pueblo de fe.

Ni la Iglesia Católica ni las congregaciones evangélicas apoyan este tipo de desafío a la autoridad. Sin embargo, lo que alarma es que recursos del Estado Dominicano han sido utilizados para proteger e impulsar la peregrinación de Mildomio Adames. La multitud que le acompañó a su entrada a Puerto Plata fue inmensa, y seguramente esto desatará una expansión comunitaria del virus en la provincia, y en particular en el municipio, así como en los lugares de procedencia de los que acompañaron al peregrino en su peligroso recorrido.

La historia de Mildomio no es nueva. En el pasado hizo proclamas políticas y electorales, y todo el que conoce de su vocación profética lo identifica, real o falsamente, como enviado de Dios. Mucha gente le siguió y ya proclamó que en el 2019 hizo una advertencia sobre una enfermedad que afectaría a los dominicanos, y que era esta que ahora nos mantiene en cuarentena.

La Comisión de Alto Nivel para enfrentar el Covid-19 debía realizar una investigación sobre este riesgoso acontecimiento. El gobierno no puede dejar pasar por alto una congregación como esta de miles de personas, generalmente sin protección, sin aplicar las sanciones correspondientes. Esta puede ser una de las primeras de carácter religioso. Otras podrían seguir en otros municipios. El gobierno acaba de solicitar al Congreso Nacional una aplicación de 25 días más en emergencia nacional. Permitir que impunemente estas peregrinaciones ocurran es un atentado a la salud pública y a los esfuerzos del país para frenar el virus.