Pedro Vergés, ministro de Cultura ha debido salir con urgencia a aclarar que no ha renunciado de la posición y que tampoco ha sido destituido. El miércoles en la mañana la versión circuló con profusión, en especial en los medios electrónicos, en donde algunos dieron por cierta la salida del ministro de Cultura.
El intelectual ha salido en una fotografía, sonriente, con parte de su equipo de trabajo. En el gobierno hay muchos temas calientes y pendientes que requieren más atención que la cuestión cultural, en donde habrá que tener especialidad para manejar los entresijos de las disputas por cargos o las querellas entre los hombres y mujeres más preclaros e inteligentes de la nación.
Pero a Pedro Vergés hay que entenderlo, y su gestión hay que analizarla en el contexto de la falta de interés del presidente Medina por el tema cultural.
Pedro Vergés como ministro de Cultura ha marcado su gestión desde un inicio por el factor “misterio”. Todo comenzó con su nombramiento el 16 de agosto, al tomar posesión Danilo Medina de su segundo mandato como Presidente. El hecho de que semejante designación “le tomara de sorpresa” significaba que no existía un plan originario por parte de las autoridades gubernamentales que lo integrara dentro de sus designios.
El entonces embajador en la OEA había sido el nombre que más sonaba para la posición de ministro de Cultura desde los primeros tiempos del PLD en el poder. Pasaron las gestiones de Leonel Fernández y la primera de Danilo Medina, y antes que el reconocido novelista, se impusieron las figuras de José Rafael Lantigua y José Antonio Rodríguez.
Como un bateador designado, con la misma aureola de un David Ortíz, y cuando nuevamente algunos lo esperaban, se designó al autor de “Sólo cenizas hallarás” en Cultura. Vergés comenzó con un el montón de promesas de recién llegado. Lo inquietante desde un principio fue su obsesión por desmontar el legado de su antecesor, el cantautor José Antonio Rodríguez.
Una cosa es actuar con un programa propio e ideas originales, y otra es simplemente pensar que deshaciendo se hace. Como todas las gestiones burocráticas, la de Rodríguez tuvo los desaciertos habituales en el Estado: super abundancia de empleados, tal vez demasiada insistencia en privilegiar el sector artístico y farandulero y mucho torpedeo de la gestión por los propios entresijos culturales peledeístas.
Sin embargo, la gestión de José Antonio tuvo sus luces, la mayor de todas ellas seguramente fue el proyecto de descentralizar la gestión cultural del Estado, asignándole una buena parte a la sociedad civil mediante el proyecto de Iniciativas Culturales. Pero ya esa gestión está en el olvido.
Lo que ha hecho la gestión de Vergés ha sido desmontar ese importante mecanismo, haciendo caer en ridículo al primer mandatario durante su entrega de cuentas ante el Congreso el pasado 27 de febrero. Gran parte de esos recursos, que debieron ser entregados a personalidades e instituciones no gubernamentales, simplemente sirvieron para aumentos de sueldos y más empleados al servicio de las nuevas autoridades.
A la nueva gestión se le fueron agregando una serie de conflictos, como el cierre de la Escuela de música típica Ñico Lora en Santiago, hasta el cierre del Bar de los Espejos en el Teatro Nacional. Un ministerio como el de Cultura debe tener en claro que todo cierre debería conllevar una apertura, una apuesta por la superación, en un espíritu de diálogo. Que los cierres simples por el afán de borrar el pasado no hacen más que reivindicar la cultura autoritaria de los viejos tiempos dictatoriales. Igual pasó con los reglamentos de los premios nacionales de historia y literatura, o la perpetuidad de la dirección de la Academia Dominicana de la Lengua.
Pedro Vergés ha hecho pocas galas de las virtudes diplomáticas que han debido acompañarlo en sus puestos como embajador ante la OEA, en España, Alemania y Japón. No ha tenido la vocación comunicacional de sus antecesores Lantigua y Rodríguez.
Cultura es uno de los ministerios peor valorados, tanto en la opinión pública como en los sectores intelectuales. De ahí que a su presupuesto para el 2017 no se le hicieran las concesiones habituales. Amén de que desde el más alto mando del Estado no hay apreciación por la cultura.
Como muestra de esta “zona gris cultural” se cita la joya del ministerio de Cultura, la Feria Internacional del Libro. Las dos realizadas bajo la gestión de Vergés no lograron su objetivo: de convertirse en la gran fiesta cultural dominicana y servir para el extranjero como nuestra principal plataforma de lanzamiento literario. En la primera, no se aprovechó la presencia del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, siguiendo luego algo muy lamentable: la práctica eliminación del Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña. Centrado en el realce de la vida y obra del gran humanista dominicano, gracias a este Premio vinieron al país figuras claves como el puertorriqueño Luis Rafael Sánchez, el nicaragüense Ernesto Cardenal y la argentina Beatriz Sarlo. La Feria Internacional del Libro perdió así su carácter realmente “internacional”. Salimos de Guatemala para Guatapeor.
La reciente feria Internacional del Libro 2017, dedicada a Paraguay, resultó un fiasco, no sólo por los efectos de las persistentes lluvias, sino también por la eliminación de gran parte de las actividades habituales, y para colmo, ni siquiera llegaron los libros desde Paraguay. Al parecer, dedicar la Feria a ese país sudamericano no fue el productor de un concepto claro oficial sino los efectos de un lobbysmo medalaganario.
Ahora, después de un mes de ausencia de su puesto al frente del Ministerio, regresa Pedro Vergés y se resuelve un gran misterio. Según la nota de prensa repartida a los medios de comunicación, el ministro estaba en España, “donde participó en varias reuniones con editoriales de cara a la celebración de la próxima Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2018”. Se entiende que esas funciones de coordinación eran las propias de Ruth Herrera, la directora de la Feria, pero si es el ministro que las asume, y en un mes de trabajo, seguramente la próxima feria sí que será un éxito. Además, se deshace otro misterio: aunque no se anunció el invitado a la próxima feria, intuimos que por estas informaciones será España la próxima estrella del libro en Santo Domingo.