Este jueves 29, del que apenas han transcurrido unas horas, pasó sin pena ni gloria para los dominicanos. Una pena, una vergüenza. Un pesaroso olvido.
Se cumplieron 133 años del nacimiento del mayor de los intelectuales que la República Dominicana ha dado al mundo, Pedro Henríquez Ureña, hijo de la grandiosa poeta Salomé Ureña de Henríquez y de Francisco Henríquez y Carvajal.
Pedro Henríquez Ureña nació el 29 de junio de 1844, y desde muy temprano dio demostraciones de lo inmenso que sería, y como tal fue. Su madre le escribió un breve poema que lo describe en sus primeros años:
Mi Pedro
Mi Pedro no es soldado; no ambiciona
de César ni Alejandro los laureles;
si a sus sienes aguarda una corona,
la hallará del estudio en los vergeles.
¡Si lo vierais jugar! Tienen sus juegos
algo de serio que a pesar inclina.
Nunca la guerra le inspiró sus juegos:
la fuerza del progreso lo domina.
Hijo del siglo, para el bien creado,
la fiebre de la vida lo sacude;
busca la luz, como el insecto alado,
y en sus fulgores a inundarse acude.
Amante de la Patria, y entusiasta,
el escudo conoce, en él se huelga,
y de una caña, que transforma en asta,
el cruzado pendón trémulo cuelga.
Así es mi Pedro, generoso y bueno,
todo lo grande le merece culto;
entre el ruido del mundo irá sereno,
que lleva de virtud germen oculto.
Cuando sacude su infantil cabeza
el pensamiento que le infunde brío,
estalla en bendiciones mi terneza
y digo al porvenir: ¡Te lo confío!
La Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña llevó este jueves una ofrenda floral al Panteón Nacional, donde se encuentran los restos del insigne intelectual. Nada más. El Ministerio de Cultura no se dio siquiera por enterado. El premio Internacional Pedro Henríquez Ureña, de ese organismo, pareciera fallecer con las nuevas autoridades que no tienen a Pedro como debían tenerlo, ícono importante de nuestro patrimonio intelectual y cultural, como filólogo, crítico, poeta, escritor, pensador y fundador de una visión sobre América.
En este país se celebran cantidad de actividades sin relevancia, sin fundamento, y se gastan millones de pesos en trámites, ágapes y ceremonias auspiciadas con fondos públicos para las banalidades que se inventan los ministros. Aquí se gastan millones de pesos celebrando el día de las habichuelas con dulce.
Pero en este caso, no hay conferencias, no hay debate, no hay publicaciones, no hay dolientes que sientan y coloquen la figura de Pedro Henríquez Ureña como lo que es, ha sido y seguirá siendo: Fundador de una gran parte de nuestra identidad.
¡Que vergüenza!