El país está obligado a tomar medidas para reforzar la vigilancia en la frontera y contener el tráfico ilegal de ciudadanos haitianos por el borde fronterizo desde Dajabón hasta Pedernales.

Es la obligación de todo Estado controlar, supervisar y decidir quién entra o sale de su territorio, siempre contemplando el respeto a los derechos humanos y a la dignidad de las personas, sin alharacas patrioteras ni extremismo nacionalistas.

El Ministro de Relaciones Exteriores, Andrés Navarro, auspició un recorrido por la frontera hace algunas semanas. Fue una forma de constatar el abandono en que se encuentran los puntos más frecuentemente utilizados para la inmigración ilegal y el tráfico ilegal de mercancías lícitas e ilícitas, y establecer políticas que contribuyan a combatir esos delitos e irregularidades.

En Haití hay profesionales del tráfico humano que se dedican a eso y utilizan la frontera dominicana para su negocio. En la República Dominicana hay profesionales del tráfico de personas, combinados con los haitianos, que se sirven con la cuchara grande para sus propósitos y que se valen fundamentalmente de un cuerpo militar fronterizo dócil, dúctil, sobornable, que posibilita las ganancias económicas de los traficantes y perjudica la economía dominicana.

Nadie debe aceptar el tráfico humano.

La historia de los negros en América, y en el Caribe, es precisamente resultado de los negreros europeos, ingleses, holandeses, españoles, alemanes, belgas y franceses que traficaban africanos hacia las nuevas tierras conquistadas, porque la fuerza de trabajo de los aborígenes no era suficiente y, en gran medida, la habían agotado y disminuido a fuerza de maltratos y abusos.

Eso es lo que hay que hacer, si de verdad que se quiere controlar la entrada de inmigrantes indocumentados a República Dominicana, en lugar de tanta cháchara patriotera y neonacionalista que sólo crea ruido y azuza odios

Y Haití es el país que se formó con los esclavos africanos afincados como nativos en las tierras de la isla La Española. Y fueron estos negros africanos, devenidos en haitianos, los que produjeron la primera revolución anticolonialista, el primer país liberado en 1804, y fueron los haitianos quienes derrotaron a una nación poderosa, Francia, que luego les hizo pagar con dinero y con madera preciosa la humillación que representó su derrota por los esclavos haitianos.

Haití ha sido un pueblo de migrantes. Hay haitianos en Cuba, Estados Unidos, Canadá, República Dominicana, y por supuesto en casi todas las islas y territorios del Caribe, comenzando por la República Dominicana, su vecina. Y es precisamente República Dominicana la que mantiene una porosa frontera que les permite a los haitianos cruzar pagando unos cuantos dólares, pesos o gourdes, casi siempre de manera ilegal.

Históricamente las relaciones de los dos países que comparten la isla Española han sobrevivido marcadas por los sobresaltos y las tensiones. Los dos países sufrieron intervenciones militares de los Estados Unidos a principio del pasado siglo. Trujillo utilizó la mano de obra haitiana en los ingenios azucareros y en 1937 organizó y ejecutó un “corte” que representó el asesinato de miles de haitianos (algunos historiadores hablan hasta de 20 mil) que vivían y trabajaban en la República Dominicana.

Como los haitianos y muchos dominicanos negros se confunden por el color de la piel y el fenotipo, la dictadura dominicana de entonces utilizó el idioma para identificar a los haitianos y fusilarlos. La palabra “perejil” fue utilizada para saber quién era haitiano y quién dominicano. A los "sospechosos" se les hacía pronunciar la palabra perejil, y si la pronunciación denotaba acento créole, la persona era apresada y automáticamente condenada a muerte.

Algunos de los actores sociales y políticos que hoy presionan una salida violenta y rápida con la supuesta amenaza haitiana anhelan una solución al estilo Trujillo. Y por eso insultan al presidente Danilo Medina, tratan de denigrarlo, lo mismo que al Ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo, y al Ministro de Relaciones Exteriores, Andrés Navarro, y a toda persona que abogue por la cordura y por la armonía entre los dos países.

La urdimbre contra los dominicanos de ascendencia haitiana, con toda su carga de odio, tiene todos los matices del fascismo. Incluyen en ella a los haitianos que vinieron o fueron traídos forzosamente a cortar caña y han quedado en la República Dominicana. Para los racistas y neofascistas se trata de la misma cosa, y es lo que han querido justificar aprobando leyes y sentencias condenatorias y discriminatorias.

El argumento más importante que utilizan es que hay un plan supuestamente contra la República Dominicana y que la supuesta "invasión" atenta contra la cultura, las costumbres y la existencia misma del país.

Esos dominicanos de ascendencia haitiana, y los haitianos que se quedaron en el país, así como los que han migrado en los últimos años por la facilidad que representa una frontera vigilada por militares corruptos, contribuye con más de 7 mil millones de pesos al Producto Interno Bruto, de acuerdo con un estudio realizado por una respetable institución vinculada a la Iglesia Católica.

La solución de esta migración tiene que comenzar por establecer los controles en la frontera. Sin embargo, esos migrantes han sido los que han construido las grandes obras de infraestructura del gobierno y del sector privado.

La mano de obra haitiana es esencial hoy día para la industria de la construcción, para el turismo, para la agroindustria y  para las labores no especializadas y mal pagadas como la conserjería, la vigilancia nocturna, entre otros.

El propio presidente Danilo Medina en la reunión cumbre del CELAC, en La Habana, el año pasado, dijo que la mano de obra haitiana cubría el 90 por ciento de la industria de la construcción y el 80 por ciento de ciertas plantaciones agrícolas.

Lo que deben hacer los neonacionalistas ahora que tienen una representación de fuerza en la Cámara de Diputados, es proponer una ley que sancione con mayor dureza que la actual a las empresas que contraten mano de obra extranjera de manera ilegal.

Sabemos que existe una ley que obliga a contratar 80 por ciento de mano de obra dominicana y 20 por ciento extranjera. Pero como estos a señores les gusta tanto alardear y proponen leyes, pues que se animen, que lo hagan de nuevo, y que salgan a verificar, empresa por empresa, el cumplimiento de esa legislación.

Que comiencen a someter a la justicia a los militares que permiten el paso de haitianos por la frontera. Que haya consejo de guerra contra esos militares, incluso hasta los pueden considerar "traidores a la patria".

Que se eliminen los permisos de operación, los subsidios y otras ayudas a las personas y a las empresas industriales o agroindustriales que contraten mano de obra haitiana. Y que las entidades del Estado que contraten mano de obra haitiana sean sancionadas con el presupuesto, y que los funcionarios sean degradados y despojados de su patrimonio.

Y verifiquemos quiénes son los funcionarios públicos, senadores, diputados, dirigentes políticos, intelectuales, miembros de la sociedad civil, y otros grupos incluyendo obispos y ministros evangélicos, que tienen contratadas como trabajadores domésticas a mujeres haitianas. Que sean denunciados y moralmente impugnados. Y así comenzaremos a hacer patria.

Eso es lo que hay que hacer, si de verdad que se quiere controlar la entrada de inmigrantes indocumentados a República Dominicana, en lugar de tanta cháchara patriotera y neonacionalista que sólo crea ruido y azuza odios.