En asuntos políticos la sociedad se acostumbró a las contiendas internas del Partido Revolucionario Dominicano, que afectaban a los dirigentes y militantes y que llegaban a las reuniones y convenciones a través de debates y hasta agresiones verbales. Las tendencias en el PRD fueron famosas y en la memoria histórica de la sociedad quedaron las imágenes de la violencia en reuniones como la del Hotel Concorde, en que las sillas volaban por los aires y las personas se escondían debajo de las mesas disponibles.
La democracia interna en el PRD se hizo famosa por sus características, y nunca llegó a infectar a otros partidos en la misma dimensión. Los reformistas eran más concentrados en lo que dijera su fundador y líder, el doctor Joaquín Balaguer, mientras que el Partido de la Liberación Dominicana, además de su línea y guía -Juan Bosch- potenció las decisiones de sus organismos de dirección, como el Comité Central y el Comité Político, que fueron siempre sus canales institucionales.
La política ha cambiado y el PLD también, y es común ahora encontrar dirigentes del PLD haciendo acusaciones contra otros dirigentes, y las tendencias se proclaman con toda normalidad, sin que se aplique la disciplina que siempre fue protagonista entre los peledeístas.
Claro, ahora se trata del ejercicio del poder. No hay lucha ideológica ni escuela de pensamiento social o político. Es el grupo de Danilo Medina contra el grupo de Leonel Fernández. Y el organismo de dirección del PLD, que preside el doctor Leonel Fernández, no se reúne ni toma decisiones, porque no hay condiciones para conservar la coherencia y la disciplina del pasado.
Un bloque de dirigentes acusa a otro bloque de organizar campaña sucia, de vincular a dirigentes del PLD con las drogas o con la evasión impositiva, y todo cuanto ocurre allí está relacionado con la forma en que se reparten el poder. Todo vale ahora. El Congreso Nacional es un escenario de esa batalla, y por eso es tan complicado aprobar una ley de partidos, y resulta imposible modificar la ley electoral.
Ahora de lo que se habla es de modificar la Constitución de la República para abrirle otra vez el paso a la reelección de Danilo Medina. Otros son más conservadores y creen que a Danilo solo hay que ayudarlo con quitarle el “nunca jamás” a partir de las elecciones del 2024. Es equidad lo que están pidiendo, dicen ellos, porque Danilo Medina sería el único con esa prohibición. Mientras tanto, estos políticos, dirigentes de partidos, legisladores, ministros, ocupan todo su tiempo en los asuntos de conservar el poder y en el mantenimiento de ese poder hasta donde sea posible, como ya hicieron Daniel Ortega en Nicaragua, Evo Morales en Bolivia, Nicolás Maduro en Venezuela, Juan Orlando Hernández en Honduras…
En su disputa interna el PLD está llegando muy lejos. Peligrosamente desaforada parece esta batalla intrapeledeísta. Si se pelean y se dividen correrán el mismo riesgo del PRD: perder del poder y quedarse sin hacer la obra de gobierno que prometieron, pese a los años consecutivos que mantenido el ejercicio gubernamental. Esa división es una oportunidad para la oposición alcanzar más simpatías y acercarse al poder en las elecciones del 2020, o en las del 2024. El PLD está atravesando una crisis de dimensión riesgosa para un partido en el poder. Esa crisis podría poner en riesgo la institucionalidad democrática y romper los equilibrios que nos han permitido avanzar cuando los demás retroceden.
El PLD está obligado a mirarse críticamente, y desandar algunos pasos si fuere necesario. Y muy especialmente sus jefes de tendencias debían centrarse en los asuntos del país y echar a un lado sus intereses personales. Si el partido que tiene los controles del poder se destroza, correremos el riesgo de perder el rumbo como democracia, y hasta podríamos sucumbir. Ojalá lo piensen.