Probablemente uno de los rasgos que más claro distingue a un país que ha alcanzado un grado importante de desarrollo de uno atrasado es el nivel de consciencia sobre la necesidad de proceder con austeridad en momentos de crisis o escasez.

Lamentablemente, la República Dominicana está muy lejos de alcanzar el grado de consciencia suficiente como para saber que en estos momentos se deben asumir medidas para economizar combustible y energía.

Como ha de esperarse, el ejemplo, la iniciativa primera debe provenir del Gobierno, que tiene la responsabilidad de administrar y liderar el Estado.

Pero de ninguna manera puede la ciudadanía, en general y de manera particular, hacerse a un lado o simplemente esperar que desde el Estado surja el plan o la sugerencia.

Es hora de austeridad, no sólo porque el país lo necesita más que nunca, sino porque las economías de los hogares, las empresas y las familias no soportan más cargas

El pueblo dominicano debe saber que es indispensable, casi de vida o muerte, economizar combustibles en estos momentos.

La gasolina, el gasoil y el gas licuado de petróleo, entre otros combustibles, han sido aumentados de precio nuevamente para la próxima semana.

Al tiempo que se sugiere o reclama al Gobierno que busca alternativas para no seguir elevando los precios de los combustibles, hay mucho que puede hacer el ciudadano común para que la situación no le sea más lesiva.

En las oficinas, las fábricas, los hogares y en la calle hay formas de reducir el consumo de combustibles y electricidad.

He aquí algunos ejemplos:

Programar los acondicionadores de aire para que a una temperatura tope se apaguen automáticamente; apagar las luces que no sean indispensables; no encender los acondicionadores de aire los fines de semana o los días más frescos; de igual manera se puede apagar el acondicionador de aire del vehículo y bajar los cristales cuando la temperatura esté fresca; evitar manejar en las horas de mayor congestión del tránsito para evitar los embotellamientos que tanto combustible consumen.

Es hora de austeridad, no sólo porque el país lo necesita más que nunca, sino porque las economías de los hogares, las empresas y las familias no soportan más cargas.