Gustavo Montalvo ha contraído un compromiso extraordinario con el país, le ha tocado ser el pararrayos de los dardos envenenados y de los cañones que se han utilizado para denigrar al presidente de la República, Danilo Medina.
El hecho de que un funcionario irresponsable llame cobarde al presidente de la República, o disfrace su temeraria acusación con un fraseo malicioso que todo el mundo entiende, pone en evidencia hasta dónde se ha permitido relajar la solemnidad del poder estatal y en particular la figura del presidente de la República.
En el trujillismo, sombra del terror en que se educaron algunos siniestros torturadores y personajes que todavía tienen actualidad o vigencia burocrática, la figura del dictador era reverenciada como una deidad mitológica. Y nadie osaba siquiera rozar –únicamente con elogios rimbombantes como ya conocemos que lo hicieron hasta quienes le sobrevivieron- la figura del tirano.
La democracia dominicana heredó la protección de la figura del presidente y su familia.
En el Código Penal y en la ley de expresión y difusión del pensamiento se encuentra protegida de manera especial la imagen del presidente de la República y su familia.
Luego de que ambas cámaras legislativas aprobaran a unanimidad la ley 169-14, sometida por el presidente Danilo Medina luego de un consenso, los grupos radicales ultranacionalistas quieren boicotear la ley por la vía de un reglamento que ahogue las garantías que brinda la ley a los dominicanos de ascendencia haitiana.
Estos grupos no han disimulado sus ataques al presidente de la República, tampoco a los principales funcionarios del gobierno, encabezados por Gustavo Montalvo, a quien tildan abiertamente como un vulgar traidor a la nación, y así van despotricando por doquier, en todos los escenarios, sin tomar en cuenta –incluso- que son beneficiarios de la administración del presidente Medina.
Hubo uno de estos sujetos que se atrevió a decir que Medina ganó las elecciones por sus actividades en beneficio de esa candidatura, restándole abiertamente méritos al presidente y a todo su equipo.
Ahora quieren liquidar el reglamento de la ley, como lo hicieron con el reglamento de la ley de migración, que lo mantuvieron durante casi dos lustros engavetado, para que no sea aplicable la decisión del Estado Dominicano.
El gobierno emitió un reglamento, elaborado bajo la orientación del presidente Danilo Medina. Y ahora sale un director general, subalterno del presidente, diciendo que el reglamento es “inconstitucional, desastroso, peligroso e insostenible”, y que destruiría “la identidad nacional”.
Le están atribuyendo al presidente Medina un atentado contra el país. ¡Y se llaman aliados del presidente, y hasta le hacen lisonjas cuando están cerca del presidente!
El reglamento elaborado por el Gobierno sobre la ley de naturalización lo entienden un atentado a la identidad nacional. La identidad particular de ellos, no la de la nación dominicana.
“A mí me luce que es un extravío, algo peligroso, no querría pensar en las consecuencias políticas y la responsabilidad histórica en la que pudieran estar exponiendo a un hombre decente, comprometido con causas nacionales valiosas como lo es el presidente Danilo Medina”, dijo el director de ética del gobierno.
En realidad los cañones van dirigidos contra Gustavo Montalvo, por ser supuestamente quien expone al presidente Medina con la comisión de un “extravío”.
Gustavo Montalvo ha hablado precisamente este jueves sobre las intenciones del gobierno de Danilo Medina, a propósito de las críticas de estos grupos recalcitrantes y racistas. Respaldamos de todo corazón las palabras del Ministro de la Presidencia:
“El Gobierno de Danilo Medina se caracteriza por respaldar sus ideas con hechos concretos, más que con discursos inflamados. Y si hablamos de soberanía nacional, este conjunto de iniciativas para la identificación, regularización y ordenamiento migratorio constituyen, en la práctica, la mayor defensa de la soberanía dominicana que se haya llevado a cabo en toda nuestra historia.
Porque nada contribuye más a salvaguardar nuestra patria que el fortalecimiento de nuestras instituciones y nuestras leyes. Y ese ha sido nuestro objetivo desde el primer día. Hacer valer, de una vez por todas, la ley y el Estado de Derecho en el conjunto de nuestro territorio; de la misma manera que el gobierno haitiano tiene el derecho y el deber de preservarlos en el suyo.
Aquí no hay espacio para la ingenuidad. Sabemos muy bien que entre la República Dominicana y Haití existe una larga historia de desencuentros, malentendidos y querellas que han terminado creando, en cada uno de nuestros países, una imagen distorsionada del otro.
Estas imágenes distorsionadas y, porqué no decirlo, a menudo completamente falsas, han sido utilizadas frecuentemente y de forma deliberada por viejas élites que, a ambos lados de la frontera, han tenido intereses en la confrontación. Élites que siempre han temido que la colaboración y la solidaridad afectaran a sus privilegios y que, para impedirlo, han instrumentado los temores y los odios que nutren este desencuentro.
Esos viejos prejuicios constituyen una herencia que, lamentablemente, sigue ejerciendo poder sobre nosotros y nubla nuestra visión. Sin embargo, es hora de comprender que ese legado ya no nos pertenece y no debe lastrar nuestro presente por más tiempo.
Si mantenemos vivas esas disputas, corremos el riesgo de sacrificar los intereses reales de nuestros pueblos en el presente, por los agravios narrados en nuestros libros de historia.
Y no digo esto como una simple reflexión romántica, no se equivoquen. Lo digo desde el pragmatismo, porque es muy sencillo demostrar en términos económicos y sociales las consecuencias nefastas que han supuesto esos prejuicios.
La verdad objetiva es que la política de odio sembrada en el pasado ha tenido un costo elevadísimo para esta isla, a ambos lados de la frontera, tanto en términos humanos como materiales.
Amigos y amigas, no olvidemos las palabras del maestro Bosch y recordemos siempre que el odio es estéril, mientras que el amor y el respeto fructifican.