Con el entusiasmo que aportan las fiestas de despedida del viejo y las de bienvenida del nuevo, ofrecemos nuestro cálido abrazo de salutación y bienvenida a un 2019 productivo, democrático, enriquecedor, un año que nos permita actuar con capacidad y competitividad para que nuestro progreso como nación sea disfrutado por todos los ciudadanos dominicanos.

Damos la bienvenida al 2019, y al mismo tiempo celebramos que la República Dominicana ocupa ahora, por primera vez en la historia, una de las sillas de los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Eso representa un punto a nuestro favor en el debate de los temas cruciales del futuro de la humanidad, precisamente cuando hay tantos signos desalentadores y antidemocráticos que acechan al mundo.

Jair Bolsonaro acaba de tomar juramento como presidente de Brasil. Brasil es la potencia latinoamericana más importante, y empresas como Odebrecht, Andrade Gutierrez, Brahma y otras tienen presencia en la República Dominicana, y son de capitales brasileños. Estamos hablando de un presidente que atemoriza a todos quienes tienen sentimientos democráticos y manifiestan defensa de los derechos humanos, de las mujeres, de los jóvenes, de las minorías, de los indígenas, del medio ambiente.

Este año también asumen el control de la Cámara de Representantes en Estados Unidos los miembros del Partido Demócratas, los que representará un serio inconveniente para el presidente Donald Trump, de talante autocrático, con una fuerte inclinación anti-inmigratoria y auspiciar de políticas discriminatorias, muy a tonos con los planteamientos de Bolsonaro en América Latina. Lo que ocurra en los Estados Unidos tendrá efectos nocivos para la economía de la República Dominicana, por nuestro nivel de endeudamiento, por las tasas de interés, por el decrecimiento de la economía de los Estados Unidos, y por las remesas de los dominicanos, de las cuales también nos nutrimos.

Estados Unidos, China, Brasil, Israel, España, los países de Unión Europea y muchos otros estarán pendientes de lo que haga la República Dominicana en este año en las decisiones que se sometan en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. No será tan fácil como pensar que esa presencia, y que nuestros votos se convertirán en motivo de orgullo y de crecimiento del prestigio de la República Dominicana. Nuestros votos en el Consejo de Seguridad tendrán consecuencias y nos veremos presionados con mucha más frecuencia de la sospechada, y hasta extorsionados cuando alguna de las grandes potencias tenga temas de su particular interés en ese organismo.

Está por conocerse cómo las autoridades dominicanas han concebido el aprovechamiento del apoyo de la República Popular China a nuestro país. Los chinos y los dominicanos establecimos relaciones a mediados del 2018 y se espera un apoyo económico que supere con creces el que decíamos de Taiwán, país que dejamos fuera de nuestro ámbito luego de 77 años de relaciones diplomáticas y de estrecha cooperación técnica y económica de ellos hacia nosotros.

¿Cómo un voto dominicano en el Consejo de Seguridad podría poner en riesgo la venta de las frutas tropicales que vendemos en los países europeos, o el tabaco que vendemos en los Estados Unidos, o la producción de las empresas de zonas francas dominicanas a economías como las del conjunto de norteamérica? Son de los temas que tendremos que ir descubriendo, con el paso de los meses.

Ya nos enteramos de lo frágil que resulta la política exterior bilateral dominicana con las Naciones Unidas. Luego de dos años de discusiones, apoyando los debates sobre un pacto mundial para dignificar la migración y a los refugiados, la República Dominicana inexplicablemente desertó, y no solamente abandonó el debate, sino que tampoco asistió a la Asamblea en la que se tomaría la decisión final sobre ambos instrumentos. ¿Es confiable un país que tenga un antecedente como este en asuntos serios de política exterior? Por supuesto que no.

La República Dominicana escogió ser parte de los países recalcitrantes en política exterior, y se alineó contra los países que han mostrado una clarísima hostilidad contra el sistema de Naciones Unidas. Esas decisiones por supuesto que también traerán consecuencias, y ciertas ventajas que hemos tenido, como la presencia de una de las sedes mundiales de la ONU, es posible que desaparezcan.

No es tan fácil, ni tan idílico, eso de que ahora somos parte del club más poderoso y más importante del mundo, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Se entiende que ello nos dará prestigio, pero habrá que ver si podremos resistir la presión y adoptar las decisiones más ajustadas con la democracia mundial. Esperemos.