En la República Dominicana el Estado es propietario de la Lotería Nacional, cuyos orígenes se remontan al siglo 19.
Con el paso de los años surgieron los negocios de lotería paralelos, informales, con las llamadas "rifas de aguante". La persecución contra estos negocios ilegales dio lugar a lucrativa prácticas de corrupción en algunas instancias de la autoridad policial. Hasta se popularizó el nombre "Caraquita", en alusión a la venta de números apostando al sorteo de la capital de Venezuela, cuya transmisión diaria entonces se escuchaba por la radio de onda corta y la tradicional amplitud modulada.
Con la merma del atractivo del juego tradicional de la lotería oficial dominicana (billetes y quinielas), el Estado tomó una decisión pragmática y decidió "legalizar" las loterías informales, y así obligar a sus operadores a pagar impuestos, y de paso asestar un golpe a la corrupción prohijada por la supuesta "clandestinidad" de las loterías paralelas que abrían locales a la vista de todos.
No hubo protestas de parte de los enriquecidos propietarios de las "bancas" , que rápidamente se convencieron de que era mejor pagar al fisco en lugar de continuar manteniendo contentos a los jefes policiales a un costo cada día más elevado. Además, ya no tendrían que avergonzarse de ganarse el pan con un negocio no aprobado por la ley.
El mercado de juegos fue creciendo y en 2011 se aprobó la Ley 139-11, para regular las bancas, casinos y otros juegos de azar. Hasta el año 2017 el número de bancas que operaban con el debido permiso era de 30 mil 750.
Hasta se popularizó el nombre "Caraquita", en alusión a la venta de números apostando al sorteo de la capital de Venezuela, cuya transmisión diaria entonces se escuchaba por la radio de onda corta y la tradicional amplitud modulada
Pero la Federación Nacional de Bancas de Apuestas (FENABANCA) sostiene que hay más de 100 mil, contando las legales e ilegales. Incluso, la entidad no considera ocioso proyectar la existencia de hasta las 120 mil, argumentando que las autoridades se han descuidado y han permitido de nuevo la instalación de puestos de lotería y apuestas no regulados.
Esto sin contar con las llamadas "bancas deportivas". Según datos de la Dirección General de Impuestos Internos (DGII), hasta el año 2016 había registrados 1,822 de estos negocios de apuestas.
Ahora ha sido la propia FENABANCA que ha dado la voz de alerta ante supuestos intentos de las autoridades de llevar a cabo un nuevo proceso de formalización de negocios de loterías informales, para hacer que sus dueños paguen impuestos.
Al margen de los motivos de los directivos de FENABANCA, que obviamente no quieren que aumente la competencia por el mercado de los jugadores y apostadores, al Estado dominicano debe de preocuparle el serio problema de la ludopatía en la población dominicana.
Basta caminar por cualquier zona del Distrito Nacional y de las provincias para comprobar que no existe un rincón del país que no esté copado de puestos de loterías y de apuestas deportivas. ¿Y qué decir de las máquinas tragamonedas, en su mayoría operadas de manera ilegal, los casinos legales, los centros de juego de bingo, las apuestas a las carreras de caballos, entre otros comercios similares?
Son muchas las historias de personas convertidas en ludópatas que arruinan sus vidas y las de sus familias e incluso terminan suicidándose.
La ilusión de que apostando o comprando números de loterías se podrá obtener el sustento diario, o con un gran golpe de suerte convertirse en millonario de la noche a la mañana, es un incentivo a la ludopatía, a la vagancia y al ocio improductivo.
Es una vergüenza que existan más negocios de juego y apuestas que escuelas, bibliotecas o centros comunitarios para fomentar las artes o los deportes.
Antes que auspiciar, alentar o darles autorización legal a más negocios de juegos de azar, el Estado dominicano debe de abordar este problema con la seriedad que amerita y dirigir sus esfuerzos hacia la disminución de este pernicioso vicio.