A pesar del rápido crecimiento económico que nos distingue en la región, en la República Dominicana tenemos un desarrollo humano muy desigual. En algunos indicadores, como es el caso del matrimonio infantil, seguimos más cerca del África subsahariana que de los Tigres de Asia.
Entre las lacras mas vergonzosas que debemos reconocer para poder remediar, destaca el increíble sufrimiento de miles de niñas y adolescentes que contraen matrimonio o entran en unión libre temprana, muchas de ellas con hombres adultos. Estadísticamente estamos en el sótano de nuestra región, bailando de cerca con Nicaragua. Es una vergüenza, porque en definitiva nuestro comportamiento en materia de respetar los derechos de los niños no se corresponde con el nivel de ingresos de nuestra sociedad. Esta anacrónica costumbre de permitir la unión en pareja de adolescentes tiene inmediatos efectos nocivos en la salud física y emocional de la niña, empezando por frecuentes complicaciones en el embarazo-parto, y posteriormente en la salud de sus hijos. También va en desmedro de su nivel educativo, pues pocas continúan/completan los estudios, o lo hacen con grandes deficiencias. Por tanto, tienen menores ingresos durante su vida laboral. Según un reciente estudio del Banco Mundial, “el valor de los salarios adicionales que hubieran ganado estas mujeres en 2015, si no se hubieran casado temprano, se estima en más de 1,000 millones de dólares en paridad de poder adquisitivo.” En otras palabras, toda la sociedad dominicana pierde en términos cuantificables con el matrimonio infantil.
Estadísticamente, las víctimas del matrimonio infantil y sus hijos padecen más violencia doméstica. Sus penurias marcan permanentemente la vida de sus hijos en cuanto a la salud y la educación, afectando negativamente los índices de desarrollo humano de futuras generaciones. El matrimonio infantil no es solo un tema moral, también tiene fuertes implicaciones económicas y demográficas en el país, como una mayor tasa de crecimiento de la población porque las mujeres que inician familia muy temprano tienen mayor número de hijos y menos medios para criarlos.
En 2018, Plan Internacional analizó el matrimonio infantil en nuestro país, destacando que, según la encuesta “Enhogar 2014”, el 12,5 % de las dominicanas de entre 20 y 49 años se casaron o unieron antes de los 15 años y el 37 % antes de los 18. Las relaciones sexuales ocasionales no son el principal origen de los embarazos adolescentes, sino que es la costumbre de unirse en pareja a destiempo la principal causante de ese preocupante fenómeno social. Según las estadísticas, en República Dominicana, tres de cada cuatro embarazos adolescentes se producen cuando las niñas ya están casadas o en unión libre, muchas veces con un adulto. En muchos casos, no solo es consentido por los padres, sino que es alentado porque no saben el perjuicio que eso significa para el futuro de su descendencia. En la gran mayoría de los casos son uniones que resultan efímeras, y la mujer termina como madre soltera a temprana edad.
El matrimonio infantil, que se define como unión en pareja antes de cumplir 18 años, constituye una violación de los derechos humanos. Todo niño tiene el derecho y el deber de agotar su etapa de desarrollo sin tener que asumir las responsabilidades de adulto a destiempo. Así como el trabajo infantil cercena las perspectivas de desarrollo integral del niño, el matrimonio infantil viola la niñez y compromete su vida como adulto, porque limita su potencial de desarrollo personal. Sin embargo, en nuestro país la desfasada legislación permite el matrimonio a partir de los 15 años (para las niñas) y 16 años (para los niños) con la autorización de los padres. Por debajo de esas edades también es legal con la autorización de un juez. Para empezar, eso tiene que cambiar y adecuarse a la norma internacional que prohíbe el matrimonio antes de los 18 años, sin excepciones.
Las principales organizaciones que trabajan con la niñez están combatiendo el matrimonio infantil con nuevo impulso. Entre otras iniciativas, Unicef promueve una campaña por los medios sociales, sobre todo Twitter, con el mensaje de la eliminación de las disposiciones que hacen legales el matrimonio infantil en la República Dominicana. Tanto Plan Internacional como Save the Children República Dominicana despliegan campañas en la página web change.org, demandando al Congreso Nacional “la revisión del Código Civil para que sea elevada la edad mínima para contraer matrimonio o unión libre a 18 años para ambos sexos, sin excepción.”
El matrimonio infantil es causa y efecto de una cultura de pobreza y falta de educación. En el caso dominicano, la prevalencia de este mal no se corresponde con nuestro nivel de desarrollo en tantos otros parámetros económicos y sociales. Tenemos que desplegar mayores esfuerzos por romper ese círculo vicioso mediante una multiplicidad de medidas legales, educativas y sociales. El marco legal correcto es absolutamente necesario, aunque insuficiente, para combatir el matrimonio infantil: en cierto sentido es el primer paso que simboliza el compromiso de la sociedad con esta noble causa. Tenemos que asegurar que el Congreso no deje de adecuar nuestra legislación a los estándares internacionales en la actual revisión del Código Civil.
Lo que no queremos para nuestros hijos y nietos, como el matrimonio infantil, no lo queremos para ningún dominicano.