La República Dominicana tiene una deuda con el más grande de los intelectuales dominicanos de toda la historia nuestra: Pedro Henríquez Ureña es el más universal de los pensadores dominicanos y latinoamericanos, y aún no hemos dedicado un museo para recordar a Pedro, a su madre Salomé Ureña, nuestra poetisa Nacional, a su hermano Max, uno de los grandes ensayistas de todos los tiempos, y tampoco a su padre, don Francisco Henríquez y Carvajal, quien fuera presidente de la República, pero nunca reconocido como tal por la intervención militar de los Estados Unidos al país, en 1916.
Pedro Henríquez Ureña cumpliría hoy 134 años. Nació el 29 de junio de 1884. Se educó en su hogar, en la Ciudad Colonial, al amparo de su madre, maestra y poetisa, y bajo la sombra de intelectuales y educadores, como Eugenio María de Hostos. Es y ha sido el más culto pensador dominicano de todos los tiempos. Su nombre sigue siendo motivo de estudios y de culto en todo el mundo. Su dominicanidad sigue siendo motivo de orgullo para el pueblo dominicano y lo seguirá siendo por los siglos de los siglos.
Pedro Henríquez Ureña nació en la calle Sánchez en la Ciudad Colonial. La vivienda en la que nació se encuentra allí, muy cerca de la calle Las Mercedes. El gobierno dominicano, por vía del Ministerio de Cultura, podrían rescatar la vivienda, compensar a quienes la utilizan hoy día, y convertir esa residencia en un museo que proyecte la figura, entre los estudiantes, historiadores, estudiosos y visitantes extranjeros, de Pedro Henríquez Ureña.
El Ministerio de Cultura podría ser el responsable de desarrollar el proyecto y hacer la instalación, con el apoyo del Ministerio de Educación y del Ayuntamiento del Distrito Nacional. Don Pedro fue Intendente de Educación a inicios de los años 30, y vivió un breve período de tiempo en Santo Domingo. Para el museo hay muchas piezas que podrían recuperarse y exponerse. Hay intelectuales que podrían apoyar en esta idea, como Soledad Alvarez, Miguel D. Mena, Jorge Tena Reyes, Odalís G. Pérez, o Bernardo Vega, y algunos estudiosos del exterior que han dedicado años a estudiar a este relevante pensador dominicano.
Jorge Luis Borges, en emblemático escritor, poeta y ensayista argentino, conoció y reverenció a Pedro Henríquez Ureña, como lo hicieron muchos otros grandes intelectuales de su época. El siguiente texto lo escribió Borges, y lo publicó en sus libros El Oro de los Tigres y El Libro de los Sueños, escrito a raíz del fallecimiento de Pedro Henríquez Ureña en 1946.
Jorge Luis Borges: El sueño de Pedro Henríquez Ureña
El sueño que Pedro Henríquez Ureña tuvo en el alba de uno de los días de 1946 curiosamente no constaba de imágenes sino de pausadas palabras. La voz que las decía no era la suya pero se parecía a la suya. El tono, pese a las posibilidades patéticas que el tema permitía, era impersonal y común. Durante el sueño, que fue breve, Pedro sabía que estaba durmiendo en su cuarto y que su mujer estaba a su lado. En la oscuridad del sueño, la voz le dijo:
"Hará unas cuantas noches, en una esquina de la calle Córdoba, discutiste con Borges la invocación del anónimo Sevillano Oh muerte, ven callada / como sueles venir en la saeta. Sospecharon que era el eco deliberado de algún texto latino, ya que esas traslaciones correspondían a los hábitos de la época, del todo ajena a nuestro concepto del plagio, sin duda menos literario que comercial. Lo que no sospecharon, lo que no podían sospechar, es que el diálogo era profético. Dentro de unas horas, te apresurarás por el último andén de Constitución, para tu clase en la Universidad de La Plata. Alcanzarás el tren, pondrás la cartera en la red y te acomodarás en tu asiento, junto a la ventanilla. Alguien, cuyo nombre no sé pero cuya cara estoy viendo, te dirigirá unas palabras. No le contestarás, porque estarás muerto. Ya te habrás despedido para siempre de tu mujer y de tus hijas. No recordarás este sueño porque tu olvido es necesario para que se cumplan los hechos."