Hay indignación por el reclamo de los legisladores de que el gobierno no limite a 4 millones el monto del valor de los vehículos que se les permite importar cada dos años, sin pagar impuestos. Y es razonable que la gente quiera un  poco racionalidad entre los políticos que deciden las leyes dominicanas. En esas leyes se habla de igualdad, de protección de los bienes públicos y de promover una conducta ética de los funcionarios que llegan a las posiciones oficiales.

Es verdad que es necesario quitar esa ventaja odiosa que tienen los legisladores. Total, ellos tienen vehículos en perfectas condiciones, y lo que generalmente hacen es vender las exoneraciones a empresas importadoras de vehículos o personas con poder económico que traen al país vehículos muy costosos, que son una forma también odiosa de ostentación ante un pueblo con un sistema de transporte precario, caótico y ridículamente endemoniado.

Si venden las exoneraciones no necesitan los vehículos. Pero no se trata sólo de los vehículos. También hay que hacer algo para que los legisladores y sus familiares no tengan pasaportes diplomáticos. Hay que darle un poco de dignidad al pasaporte oficial dominicano. Cuando viajan los legisladores no tienen razones para servirse con la cuchara grande viajando con las ventajas oficiales, porque precariamente sirven al país en sus funciones en el exterior. Si salen de vacaciones, aún sea con sus familiares, tampoco tienen que utilizar el pasaporte diplomático, ni servirse utilizando el salón de embajadores del Aeropuerto Internacional Las Américas.

Otras ventajas que tienen los legisladores, y que deben ser revisadas, incluyen el fondo que mensualmente se le otorga para labores de clientelismo, ya sea el barrilito o el cofrecito, y que representa cientos de millones de pesos del presupuesto nacional.

Si lo reflexionamos, veremos que en el país se ha creado una casta especial con legisladores que disfrutan de ventajas que ofenden al conjunto de la sociedad dominicana. Es muy lamentable que los mismos legisladores haya aprobado medidas para su particular beneficio. Es cierto que aprobaron leyes como la de Seguridad Social, pero se excluyen de inmediato de este sistema y aprobaron uno para sí mismos, con bajísimo costo para ellos, y que se sustenta con fondos del presupuesto nacional, vale decir de la sociedad a la que se supone ellos deberían servir.

La situación es tan vergonzosa que ya hay legisladores que tienen consciencia y están de acuerdo con eliminar esos privilegios. Ojalá que el gobierno y los partidos políticos reflexionen sobre esa posibilidad. Tal vez si se eliminaran tantos privilegios no habría tantas garatas en los partidos para conseguir un puesto en el Senado o en la Cámara de Diputados.

Son tan especiales nuestros legisladores que reciben dieta por participar en las sesiones de sus respectivas cámaras. El Congreso tiene contratos con hoteles en Santo Domingo, en donde hay que pagarles habitaciones a senadores y diputados cuando no tienen residencia en el Distrito Nacional. Son muy costosos estos legisladores.

También hay que pagarles dietas por participar en las comisiones de debates temáticos. Y en el Banco de Reservas tienen líneas de créditos o facilidades para préstamos blandos, con menores tasas de interés y con menos requisitos para recibirlos. Distinto de lo que ocurre con un ciudadano de a pie, que necesita préstamos para asuntos personales o negocios. ¿Y no que éramos todos iguales?

Y para colmo, con motivo de la navidad, del día de reyes, del día de las madres o del día de San Andrés, hay que facilitarles fondos extras, que vienen del presupuesto legislativo, para que hayan regalos a sus electores, lo que resulta una enojosa o irritante ventaja para estos políticos.

Y si usted revisara la nómina del Congreso, verá que los legisladores tienen bancadas con secretarias, asesores y asistentes pagados por el país para ellos, y tienen choferes y asistentes personales que los paga el país, aparte de los salarios que mensualmente reciben. Todo eso es necesario cambiarlo, para que de verdad nuestros legisladores practiquen con hechos la igualdad que predican de palabra.