El día del periodista se celebra este miércoles, con el luto que representa en este momento las muertes de los periodistas Rafael Molina Morillo y Ramón Arturo Guerrero.
La mejor celebración para los periodistas es honrar con dignidad el ejercicio profesional con el talante ético y de responsabilidad social y política con que lo hicieron Molina Morillo y Guerrero.
El periodismo es un ejercicio riesgoso, pues generalmente se práctica poniendo énfasis en las contradicciones y en la puesta de evidencias de errores, falsedades, mentiras y truculencias de los que ejercen el poder, tanto en el sector público como en el sector privado.
El periodismo de alabanzas y complacencias tiene su público, pero se limita a gratificar con la divulgación a los grupos de poder que se promueven como redentores de la patria, generadores de las buenas acciones, los que se entienden sacrificados por el trabajo a favor de los demás.
El periodismo ideal no se ejerce para favorecer las finanzas de los periodistas, ni para beneficio de las empresas periodísticas. El periodismo visto desde la idoneidad se ejerce como un servicio público prestado desde una profesión de práctica privada.
Ese periodismo no tiene mucho sentido. Aunque se viste de positivo, en realidad retrasa la posibilidad de mejorar el estado de situación que presenta, en el área que sea. Si los funcionarios y grupos privados se proyectan siempre como los mejores de la sociedad, seguirán creyendo que nada tiene que cambiar en una sociedad plagada de injusticias y desigualdades.
El periodismo ideal no se ejerce para favorecer las finanzas de los periodistas, ni para beneficio de las empresas periodísticas. El periodismo visto desde la idoneidad se ejerce como un servicio público prestado desde una profesión de práctica privada. No busca reconocimiento, pero pone atención sobre los temas que inciden directamente en las condiciones de vida de los ciudadanos. Condiciones materiales y espirituales. Se puede vivir del periodismo, pero no hacer riquezas excesivas ni montarse sobre ese ejercicio para beneficio personal exclusivo.
Un país con necesidades de educación, de justicia, de equidad, de empleo, de género, de inversión tiene siempre esperanzas en el periodismo. El periodismo debe mirar básicamente las necesidades de la sociedad a la que sirve. Y ayudar en la búsqueda de soluciones. Divulgar, denunciar, mostrar todo aquello que está mal, que es desconocido, que pueda mejorar ese estado de cosas. Siempre sustentado en datos y en la diversidad de fuentes que fortalezcan la información y el equilibrio. Por eso hay quienes debaten la necesidad de un periodismo independiente.
En el ejercicio periodístico no de puede ser adherente, ni ente ni pariente de un partido político, ni de un candidato, o una parcela determinada. Se puede acoger ideas, programas, propuestas o visiones sobre el futuro de una nación, por ejemplo. Pero las informaciones tienen que sujetarse a los hechos.
Hay muchos testimonios de la vida profesional de Rafael Molina Morillo en que queda demostrado su apoyo a ciertas ideas o propuestas, pero en la democracia jamás perdió de vista su criterio del periodismo como servicio público. Aunque generó muchos enemigos o adversarios, se mantuvo fiel a su criterio y obtuvo millones de personas que le admiraron y reconocieron y que hoy lloran su partida.
En los últimos años el periodismo dominicano ha devenido en un ejercicio poco crítico, invadido por francotiradores, sinvergüenzas, oportunistas y advenedizos, que se arrodillan ante los potentados del gobierno y del sector privado, sin importar quienes sean, para sacar provecho personal y engañar a una sociedad que merece mejor suerte y mayor calidad informativa y de opinión.
La degradación abarca todas las áreas y los medios. Tanto en el periodismo deportivo, de farándula, político, económico o en los medios impresos, la radio, la televisión o el Internet, el revoltillo ha sido repulsivo y sorprendente. Hay, y algunos con éxito, toda laya de charlatanes, de todas las edades y dimensiones, que han convertido este ejercicio en una pieza difícil de entender en la tarea cotidiana de la sociedad de conseguir la información y la opinión que le ayude a tomar las más adecuadas y justas decisiones.