La carta dirigida por la magistrada Miriam Germán Brito al magistrado Fran Soto, ambos de la Sala Penal de la Suprema Corte de Justicia, abre oportunidades importantes para la reflexión sobre la justicia en la República Dominicana.

La magistrada Germán Brito es actualmente el símbolo del tipo de juez(a) al que aspiramos en la República Dominicana: íntegra, capacitada, laboriosa, imparcial, valiente. Lo ha demostrado a través de una dilatada carrera judicial que comenzó como juez de paz en la época en que la justicia era un mercado persa y ella, sin embargo, se mantuvo como la flor de loto, que crece en el pantano pero siempre incólume, limpia.

Debió llegar a la Suprema Corte de Justicia mucho antes, pero Joaquín Balaguer nunca le perdonó su independencia y bloqueó su acceso, y los miembros del Consejo Nacional de la Magistratura de los años 1997 y 2001 no se atrevieron a desafiar al viejo caudillo. El país tuvo que esperar la muerte de Balaguer para que se hiciera justicia en el año 2011, y desde entonces preside la Sala Penal de la Suprema Corte de Justicia.

Ha habido casos en los que no he estado de acuerdo con decisiones de la magistrada Germán, pero siempre he sabido que las mismas están basadas en su criterio técnico, expresado siempre sin temor a nadie, incluyendo la opinión pública.

El magistrado Soto viene de la práctica de la abogacía, combinada con el activismo político en el PLD, donde llegó al Comité Central, lo que le valió su acceso primero al ministerio público, como Procurador General Adjunto y luego, en el 2011, a la Suprema Corte de Justicia, donde se desempeña como miembro de la Sala Penal.

En la carta la magistrada Germán atribuye al magistrado Soto las siguientes inconductas contra ella: “constantes faltas de respeto”, “abusiva conducta”,  “ irrespeto”, “abuso”, someterla a una especie de “ordalía” (juicio de Dios), “prácticas expresivas que castiguen y reprimen la libertad de pensamiento individual”, “irracional intolerancia”,  “trato abusivamente irrespetuoso, y el de someterla a su “ira”.

No se puede desligar la descripción de estas inconductas de un párrafo de la carta en el que  la magistrada Germán entrecomilla una opinión adjudicada al magistrado Soto, que repito a continuación: “esa mal agradecida, no era la persona adecuada para que la asignaran en ese cargo”.

El trato recibido por la magistrada Germán se debe, entonces, a que su voto como jueza no muestra el agradecimiento que en opinión del magistrado Soto debería tener para quienes la ascendieron a la Suprema Corte de Justicia y la pusieron a presidir su Sala Penal.

Por esa razón, el contenido de la carta trasciende a las dos personas involucradas, pues refleja un mal de fondo que viene siendo denunciado desde hace cierto tiempo, y es la forma en que se viene comprometiendo la independencia judicial en los últimos años con la finalidad de asegurar impunidad, con el serio riesgo de extenderse y arrojar a la justicia al mismo mercado persa del pasado.

Los que tuvimos que esperar largos años para comenzar a ver una luz al final del largo y oscuro túnel de la justicia dominicana, que apareció cuando en el 1997 se eligió una nueva Suprema Corte de Justicia con la facultad constitucional de designar a los demás jueces del país, ahora contemplamos perplejos como ese afán de todos nuestros presidentes y líderes políticos de parecerse a Joaquín Balaguer y no a Juan Bosch, pretende apagar  lenta e inexorablemente esa luz de la esperanza.

Sin embargo, hoy el escenario es diferente al existente en la época balaguerista. En aquella época las Miriam Germán eran escasas, pero hoy, gracias a la Escuela Nacional de la Judicatura y al ambiente creado a partir de 1997, son muchos los jueces y juezas dispuestos a seguir el camino de la magistrada Germán, y abrirse camino en la carrera judicial gracias a su formación, protegiendo su integridad con la coraza de su vocación por la justicia, resistiendo  presiones de todo tipo, incluyendo sanciones en forma de traslados.

La magistrada Germán ha informado su disgusto por la divulgación de la carta, pero entiendo que su contenido concierne a todo el país, que tiene perfecto derecho a conocer qué ocurre en la justicia. Este tipo de situaciones no puede permanecer en secreto pues de lo contrario el cáncer se expande más rápidamente.

La carta de la magistrada Germán es importante porque ella, al igual que un puñado de jueces que como ella han sabido transitar en el tiempo por la función judicial sin manchar la toga, son los referentes obligatorios de esa nueva generación de jueces que tarde o temprano tendrán la responsabilidad de volver a rescatar el Poder Judicial de las manos de los políticos y traficantes de decisiones judiciales.

Esa carta les dice a todos los jueces del país, y también a todos sus habitantes, que hay que seguir luchando, que queda dignidad.