Saludamos los debates de los candidatos, en esta primera etapa para las elecciones municipales.

Es saludable e importante que los que aspiran, hombres y mujeres, a que la ciudadanía los elija para administrar cualquier instancia de gobierno, desde lo municipal hasta lo presidencial, sean capaces de exponerse ante sus competidores y ante el público y los medios de comunicación.

Quien nada teme, nada esconde o calla.

Ojalá que este ejercicio, en la actualidad más ampliado que en experiencias anteriores, sirva para sentar un precedente de compromiso de parte de los candidatos y los partidos políticos.

Lo deseable es que ningún partido o candidato político rehúse a participar en esta especie de careo o examen público antes de las elecciones.

Atrás van quedando, saludablemente, los tiempos en que los votantes-ciudadanos apenas tenían valor el día de los sufragios.

La política moderna está llamada a ser mucho más incluyente, abierta y horizontal. Los partidos y candidatos no puede cegarse ante esa realidad. Están emplazados a escuchar más a la ciudadanía.

Eso de partidos que todo lo deciden desde sus cúpulas; eso de líderes que se colocan por encima de sus partidos y de la ciudadanía, ha quedado en el pasado, en el cementerio de la historia, para bien de los pueblos y de la búsqueda de la verdadera democracia, esa que todavía está muy lejos de nuestra realidad.

Ojalá que estos ensayos, que auspician la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios y varios grupos de medios de comunicación, marquen el comienzo definitivo de una nueva etapa del quehacer político en cuanto a la competencia electoral.

El paso siguiente deberá pasar por una veeduría ciudadana, una fiscalización de los poderes públicos correspondientes, para que cada funcionario electo que tenga a su cargo la administración de bienes y recursos del Estado, esté obligado y comprometido a rendir cuentas y conducirse con la mayor de las transparencias.

Pero, sobre todo, ojalá que la ciudadanía cada día sea más exigente con sus gobernantes y funcionarios, es decir con sus empleados, con las personas que la población elige directa o indirectamente para administrar lo público.