El arte de desaparecer o hacer desaparecer objetos y animados e inanimados ha sido siempre bien valorado. Incluso se paga. Son famosos los malabaristas y prestidigitadores que, al estilo David Copperfield, transforman objetos, hacen desaparecer edificios, personas y hasta símbolos como la Estatua de la Libertad.

Resultan excitantes y sus presentaciones se convierten en espectáculos masivos, con lo que ganan millones de dólares. Son artistas admirados, forman parte de la farándula internacional y sus hazañas se encuentran en Internet, en videos, se proyectan en el cine y tienen seguidores que les idolatran.

Son ilusionistas y se auxilian de equipos de profesionales, tienen efectos especiales tan sofisticados o más que los utilizados en el cine. Son admirables y se han ganado una posición en el parnaso del gusto popular. Hay uno, incluso, llamado Criss Angel, que realiza sus espectáculos en la calle, utilizando transeúntes desprevenidos. Y los hace desaparecer, flotar, dormir, entre muchas otras vertientes. Camina por los aires, se invisibiliza, cual Houdini moderno.

Artistas tan buenos como ellos los tenemos en la República Dominicana. Grandes casos, que harían temblar de terror a cualquier mortal, aparecen y desaparecen del interés público como por arte de magia. Casos que llenaron las primeras páginas de los diarios durante muchos meses pasaron, con el tiempo, al mundo de las cosas idas, sin mayores consecuencias, sin dejar rastro.

Uno de ellos tiene que ver con drogas, probablemente el mayor negocio de drogas que se haya manejado en los medios de comunicación. El caso de Quirino Ernesto Paulino Castillo, detectado traficando con 1,387 kilos de cocaína en diciembre del 2004. Apresados varios de sus empleados y él mismo, y luego enviado a los Estados Unidos.

Las autoridades dominicanas, la justicia y el Ministerio Público, no presentaron cargos y los relacionados, incluyendo gente del gobierno y del aparato militar, siguieron en la administración pública de la forma más olímpica. Hoy siguen en la vida pública. La embajada de los Estados Unidos entregó visas a todos los familiares de Quirino, quienes se marcharon del país por temor a represalias, incluyendo a su esposa y sucursales.

Una supuesta lista de personas vinculadas a Quirino, dentro del aparato del Estado Dominicano, habría llegado al país, pero la lista y sus vinculados se esfumaron como por arte de magia. Y nada pasa.

Un cargamento de drogas fue descubierto en el Puerto Multimodal Caucedo, el 19 de septiembre del 2006, por advertencia del gobierno de Venezuela, con 2,250  kilos de cocaína. Nadie fue detenido y esa investigación desapareció como un acto de magia de David Copperfield, Criss Angel y Houdini juntos. Nada ocurrió, nadie se interesó en seguir adelante la investigación. Actos de magia más exitosos que los anunciados en Las Vegas.

Y luego ocurre lo de Arturo del Tiempo, único detenido que sigue en prisión y enjuiciado, pero porque fue apresado en España, donde se encuentra. Aquí era oficial, con protección y exhibición pública, con dinero y poder, hasta el punto de construir una Torre Atiemar esplendorosa. El único prisionero fue puesto en libertad condicional. Y de inmediato se fue. Nadie lo quería tener en las cárceles dominicanas. Y nada ocurrió.

La lista es larga, y no es necesario pedir nuevas explicaciones de qué ocurrió tras bastidores, porque los magos dominicanos son mejores que Copperfield.