La familia de Francisco Alberto Caamaño Deñó merece todo nuestro respeto. El héroe de abril y de Nizaíto es un símbolo de amor por la patria y por la justicia. Entregó su vida por el ideal de una patria soberana, en la que se impusiera su gran sentido de dignidad y justicia.

El panorama que muestra la familia de Caamaño es desgarrador. Por un lado Claudio Caamaño hace esfuerzos para demostrar que los restos enterrados en el cementerio de la Máximo Gómez son los del héroe nacional. Y se equivoca. Y por el otro, una parte utiliza a su modo y antojo el diario de Cuba de Francis Caamaño, no lo da a conocer plenamente, para que sea conocido y analizado por el país, pero cuando conviene es dado a conocer un párrafo, extraído del contexto.

Antes se iba al malecón a lanzar flores al mar, para recordar a Caamaño, ahora eso es cosa del pasado. Hay que ir al cementerio de la Máximo Gómez, donde hay 66 piezas que no tienen nada que ver con Francisco Alberto Caamaño: 60 corresponden a dos hombres desconocidos y otras 6 a una mujer.

Pero el nombre de Caamaño se utiliza, se lleva, se trae, se vilipendia como si fuese una pieza para cualquier uso, con lo cual se cumple uno de los objetivos importantes del que decidió su muerte: Joaquín Balaguer, quien no lo quería diseminado en el mar, sino en un oscuro nicho del cementerio de la Máximo Gómez.

La familia de Caamaño está desarrollando un papel inadecuado, lamentable, que debía dejarse para otro tipo de personas, no para alguien que tenía la patria soberana como norte y aspiración esencial. Que lo piensen, por el bien de la memoria de Francis, de Francisco Alberto y de todos sus descendientes y seguidores.

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