La Conferencia del Episcopado Dominicano emitió su carta pastoral con motivo del 27 de Febrero, y una parte de ella la dedicó a resaltar los aportes de la educación a la construcción de una sociedad saludable y responsable, además de aprobar positivamente la gestión del presidente Danilo Medina en educación. Muy positivo.

Dice la carta pastoral que la Iglesia no objeta la educación sexual en las escuelas. Falta a la verdad con esta afirmación. La mayor resistencia que han tenido los gobiernos, y los distintos ministros de educación para establecer lo que manda la ley, una educación sexual integral como materia en la educación pública, ha sido la de la Iglesia Católica. El ministerio de Educación estableció en una ocasión, en acuerdo con PROFAMILIA, la educación sexual integral, y bajo la dirección de la ministra Jacqueline Malagón -presionada u orientada por la Iglesia- la decisión fue revocada.

El documento de los obispos dice textualmente: “desde hace muchos años, hemos propiciado que se imparta una educación sexual en valores e integral…”. Si así hubiese sido, la materia de educación sexual se estuviese impartiendo en todas las escuelas públicas y privadas de la República Dominicana, incluyendo las escuelas y colegios bajo administración de la Iglesia Católica.

Tanto se opuso la Iglesia Católica a la educación en sexualidad, que cuando PROFAMILIA lanzó una campaña en los medios de comunicación sobre educación en sexualidad, constituyó abogados de la Iglesia para someter judicialmente a los miembros de la Junta Directiva de Profamilia, por supuestamente promover la promiscuidad y la perversión de los jóvenes. El tribunal civil que recibió la querella, luego de una debatida audiencia, rechazó los argumentos de la Iglesia Católica, y el caso sigue vigente en el Tribunal Constitucional.

En estos tiempos de nuevas tecnologías, de crecientes embarazos en adolescentes, los estudiantes dominicanos no reciben educación sexual integral, pero sí reciben pornografía a cada instante por los teléfonos móviles y las redes sociales y todos los sitios que existen en Internet, en cuales hay publicidad, negocios, tráfico de personas, abusos sexuales y aberraciones que antes no estaban disponibles sino en revistas de muy escasa circulación.

Quisiéramos creer que ya los obispos se convencieron que es mejor la educación sexual integral impartida por profesionales, por psicólogos y educadores mediante un programa bien concebido, y no lo que estamos viviendo con los estudiantes recibiendo información sin ningún nivel educativo o explicativo sobre la sexualidad en todas sus variantes.

Los obispos quieren, sin embargo, que la educación sexual que ellos aceptan sean limitada, y que no muestren los órganos de la sexualidad o la reproducción humana, o que no se promuevan los métodos anticonceptivos, o no se hable de los derechos sexuales y los derechos reproductivos o que tampoco se hable de la homosexualidad o el lesbianismo. Dicen que si se menciona parejas sean heterosexuales, formadas por un hombre y una mujer.

No se puede tapar el sol con un dedo. No se puede negar la realidad. La homosexualidad y el lesbianismo, así como otras variantes de la sexualidad, están presentes en la sociedad dominicana. Si se va a enseñar sexualidad, es necesario que los estudiantes aprendan en las aulas, y de buena forma, todo cuanto existe, sin restricciones moralistas o conceptos pecaminosos sobre  la sexualidad. Que reciban las explicaciones adecuadas.

Recomendamos al ministerio de Educación, y a su principal ejecutivo Andrés Navarro, a recibir esta declaración de los obispos como el visto bueno que él tan vez necesitaba para poner en marcha la educación sexual integral en las escuelas.

Ya tienen los materiales educativos listos, han formado profesores para ello y cuentan con el apoyo de una gran parte de la sociedad para impartir esta materia, tan urgente, tan vital, tan importante, para hacer frente a epidemias como la violencia de género, las enfermedades e infecciones de transmisión sexual, los embarazos en adolescentes y tantas otras lacras que se desprenden de la ausencia por tantos años de la educación sexual integral en las escuelas dominicanas.