Con el incremento de las acciones delincuenciales en las calles, el miedo ha tomado mucho cuerpo en el conjunto de la sociedad y las autoridades no han tenido otra salida que hacer lo que siempre han hecho en casos similares: adicionar militares a las patrullas policiales, que con sus armas de guerra salen a perseguir delincuentes o a prevenir que ocurran asaltos, atracos, asesinatos.
Los militares no están entrenados para atrapar delincuentes. Se les entrena en el uso de las armas convencionales, especialmente de guerra, para defender la soberanía nacional de las agresiones externas o ante cualquier riesgo en que se vea involucrado el Estado como constitucionalmente está establecido.
Danilo Medina y su equipo de gobierno tenían muchas ideas de cómo enfrentar la delincuencia. Pasaron los primero cuatro años de gobierno, y no lograron hacer nada parecido a lo prometido. El presidente pidió cuatro años más y lo logró. La delincuencia ha crecido mucho. Los rateros, ladrones, corruptos de todas las dimensiones, siguen actuando sin consecuencias, salvo algunos momentos, más por buena suerte que por coordinación y labores de inteligencia.
Como es un hecho que los militares están en las calles por segunda semana consecutiva, y se ha dicho que se mantendrán durante todo el año, hay que reflexionar sobre esta decisión. Incluso corremos el riesgo de que las autoridades incluyan más militares como vigilantes para enfrentar la delincuencia. Estemos claros: con estas medidas oficiales no se resuelve para nada el problema. Se busca bajar la presión y quitarle momentáneamente ese problema de encima al gobierno. Las causas de la delincuencia siguen intactas.
Los delincuentes han perdido el miedo a las autoridades para prevenir y perseguir el crimen. Policías y militares conocen que tienen zonas vedadas, como barrios y zonas de lugares de las ciudades y la capital, por ejemplo. Las imágenes de los lugares donde se producen robos y asaltos dan mucho que pensar. Los supermercados, los restaurantes de las clases medias y altas, el polígono central, los sectores y urbanizaciones de clase media, e incluso hasta los autobuses públicos.
Debemos reflexionar si la presencia de los militares podrá insuflar credibilidad y respeto a la Policía Nacional. No lo parece. La sociedad corre más riesgos si analizamos con atención la presencia de los militares en las calles.
Por ejemplo, sería bueno conocer cuáles son las instrucciones que reciben los soldados enviados a las calles a patrullar. ¿Usar sus armas de guerra? ¿Soltar el arma y enfrentar a los delincuentes infraganti? ¿Disparar su arma de fuego para atemorizar a los ladrones? ¿Matar a los delincuentes? Debemos conocer cuáles son las instrucciones, porque esos militares también se relacionan con ciudadanos que deben ser protegidos y que no son delincuentes, y que de seguro exigirán que se les respete en sus derechos de tránsito o de movimiento.
Otras preguntas: ¿Cuál es el entrenamiento previo que reciben los miles de militares que van a las calles a patrullar? ¿Ese entrenamiento es policial o es una reafirmación de lo que recibieron en las ramas en las que se encuentran del Ministerio de Defensa? ¿La guerra está presente en la mente de los militares que patrullan las calles o es la doctrina de la disuasión mediante la fuerza letal? ¿Esos militares tienen conocimientos sobre cómo neutralizar a los delincuentes en situaciones de riesgo? ¿Recibieron datos y entrenamiento sobre cómo identificar un perfil criminal o sospechoso o una conducta delictiva? ¿Tienen autoridad para utilizar su arma de guerra en una situación delictiva, con la presencia y riesgo de personas indefensas y víctimas de un robo, por ejemplo?
Otra pregunta, menos importante pero de interés por la situación del gobierno y del país en materia económica: Cuál es el costo logístico de enviar a las calles cinco mil militares o siete mil, todos los días.
El gobierno tiene que buscar opciones más inteligentes y efectivas para enfrentar la delincuencia. Constitucionalmente la Policía Nacional y el Ministerio de Defensa tienen roles y responsabilidades diferentes. El envío de militares a las calles se ve como un acto de desesperación del gobierno, y como el reconocimiento de que la Policía Nacional fue sobrepasada, y que no tiene más nada en sus manos para ofrecer seguridad a la población.
Como tendremos a los militares durante todo el año en las calles, sería importante que el Ministerio de Defensa ofrezca informaciones que aporten tranquilidad sobre estas cuestiones no definidas aún.