El inquietante rebrote de casos de COVID-19 en el Gran Santo Domingo sumado al pálpito generalizado de que desde la sombra se apuesta al caos ha de replantear sin demora la lucha contra la pandemia desde las instancias del Gobierno.

A la indisciplina social cuasi generalizada debe hacérsele frente con medidas más puntuales y recias, sin que ello implique, naturalmente vulneración de derechos ni afectación de la actividad económica en vías de recuperación.

Ha de quedar meridianamente claro que el toque de queda no alcanza por sí solo para contener la cadena de contagios cuando todavía un apreciable segmento de la población queda por vacunarse.

El peligro de que el rebrote alcance a otras poblaciones nos expone a perder lo ya ganado y generar mayores gastos, sacrificio que no podría soportar un país pobre como el nuestro sin graves consecuencias.

Es hora ya que de que el Gobierno, con el Presidente a la cabeza, en tanto administradores a quienes se les ha otorgado poderes y confianza para conducir los asuntos públicos, llame a su mejores hombres y mujeres, propios y de la sociedad civil, y socialice con ellos un conjunto de disposiciones que enfrente este resurgir del virus.

No podemos darnos el lujo de retrotraer al país a fases de la pandemia que han sido superadas gracias a un tesonero esfuerzo del personal sanitario, entes públicos y organizaciones cívicas.

El reavivamiento de los casos se produce en medio de sospechosos  actos de sabotaje cuando en el país se ha iniciado una lucha frontal contra la corruptela que se apañó durante años.

Es este un momento en el que deben aparcarse consideraciones de carácter populista y emprender acciones contundentes que frenen el rebrote de una vez y por todas. 

La elevada ocupación de camas y subida de contagios es una señal para tomar el virus por los cuernos. Aunque no los tenga.

El gabinete de Salud del gobierno tiene que empoderarse y analizar nuevas medidas para contener los contagios. Las fiestas clandestinas, la falta de información, la desinformación, la despreocupación de los ciudadanos debe contenerse. El tipo de medidas a poner en marcha pueden ser discutidas, analizadas, pero hay que detener la clara expansión del Covid-19.

Muchas instituciones públicas han empezado a dar señales de contagios masivos, y también entidades privadas. El Ministerio de Administración Pública ya emitió una resolución especiando los horarios y días de trabajo. Hace falta un poco más, que incluya a los grupos privados y al movimiento de personas en la calle. Los centros educativos podrían repensar su vuelta a las aulas.

Agarremos simbólicamente por los cuernos este deplorable virus, y no dejemos que los alcances logrados se vayan a pique.

Ciudades muy afectadas, como Nueva York y New Jersey, han recobrado el control de la salud de sus ciudadanos. Y la explicación es el cumplimiento de las medidas restrictivas, el respeto de los ciudadanos por las disposiciones de sus autoridades. El relajo con las medidas oficiales no induce a nada saludable. Pensemos bien este delicado momento al que podríamos estar retornando.