Siempre he pensado en poner a prueba las definiciones. Una de ellas es la de medios de comunicación social, ya que suponen que interactuamos con ellos porque me pueden comentar lo escrito de una forma electrónica. Por ello, me sorprendió que mi artículo “Lo Demasiado hasta Dios lo ve” fuera comentado por varios seguidores de Acento.com.do. En esta ocasión, vamos a tratar de contestarles a ellos, de la forma más humilde posible. ¿Por qué humildemente? Por aquello de no tratar de ofender a ninguno, ya que tienen la sinceridad de contradecir mis argumentos.

Marino Mejía escribió: “Fui profesor de Manuel Núñez y, que yo recuerde, nunca le enseñé ni le insinué siquiera ese sentimiento de odio hacia los haitianos.”  Es la gran paradoja del educador: educamos con la mejor intención, pero la conciencia humana es libérrima y construye otras valoraciones que se escapan de nuestro esfuerzo educativo.

Por su parte, Lucas Adams señaló: “Más que historia, iilo nuestro es un amasijo de acomodos!! Quisiera que Manuel Núñez o cualquiera de sus defensores se parara con sus hijos y nietos, por ejemplo, en las intersecciones de las calles Juan Tomás Díaz, esq. Modesto Díaz (hay muchas más) y le explicara la vida de esos dos próceres! Pero sin congelar el tiempo ni hacer una parada brusca en la noche del 30 de mayo, ni en los días previos de conjura. Es decir, ¿podemos encontrar libros de textos con sus aportes del 1930 al 1960?”

Señor Adams, debemos reconocer las falencias de una estrategia educativa llevada a cabo en nuestras escuelas cuando la educación cívica y otras asignaturas se consideraron que podían  ser “transversales”, es decir que todos los profesores en todos los niveles la debían de enseñar, se fue al traste, porque nadie la enseña. La revisión curricular debe revisar la parte didáctica. Me parece que nadie reconoce esta culpa porque cae en un técnico olvidado. Por otra parte, sobre los acontecimientos alrededor de la caída de Trujillo hay mucha literatura, como la de Miguel Guerrero, que puede ayudar. Lo que pasa es que estamos dejando de ser una sociedad que lee.

Américo escribió: “Núñez se equivocó sobre el asunto de el nombre de la isla pero lo que denunció es real, desean haitianizar la historia dominicana. El país está infectado de historias binacionales donde se esconden los crímenes mañeses.(sic.)”  Esta opinión la respeto, pero he de señalar que no deseamos haitianizar la historia si no conocer la realidad histórica de ambas naciones, porque al igual que hay una historia mitológica en el lado dominicano, los haitianos tienen una versión sesgada de su propia historia, que también esconde crímenes monstruosos o “mañeses”.

En otra intervención, Américo reconoció la obra de Raymundo González cuando escribió: “Raymundo González escribió un buen libro sobre los esclavos y campesinos en el siglo XVIII, pero en muchos de sus artículos es un admirador de Boyer a partir de informaciones fantasiosas, y manipula la historia en favor de los haitianos, a nombre de una lucha sospechosa contra un supuesto antihaitianismo”. Sólo debo señalar que Boyer liberó los esclavos de esta parte de la isla, lo que no es poca cosa, sin embargo, fue quién tiranizó durante los 22 años de ocupación haitiana, por lo que no puedo comprender la acusación a Raymundo de admirador de ese señor. El esfuerzo es la historia contada a partir de evidencias, no de falacias.

Lux, por su parte, señala: “Nadie trata de haitianizar, lo que hay es una rampante ignorancia y parcialización. “  Es una frase lapidaria que comparto completamente. Lo que no entiendo es que Máximo D´Oleo no entendiera mi propia perplejidad ante la sabiduría popular de achacarle a Dios la incapacidad de ver cuando las aguas se desbordan.  Máximo escribió: “Núñez cometió un dislate al criticar el nombre de Haití, mas dio en el centro al advertir el antidominicanismo del texto. Tampoco entiendo el "lo mucho hasta dios lo ve", pues si no lo ve debe ser ciego, y los abusos haitianos contra la Rep. Dominicana, hay que ser ciegos para no condenarlos. Manuel Núñez, en su entusiasmo, puede cometer errores. Pena que otros historiadores, vivan en los errores con toda la calma posible, traicionar a su país, desde la historia, es imperdonable.” Para terminar la frase de mi compañero de estudios universitarios, don Guido Riggio Pou: "Manuel Núñez y las lagunas imperdonables de nuestra Historia.”