Taiwán mantuvo relaciones diplomáticas y de cooperación con la República Dominicana desde 1941, y representó un fiel colaborador en muchos ámbitos para los dominicanos. El gobierno y el pueblo taiwanés nos aportaban apoyo técnico, asistencia financiera, y aporte de nuevas tecnologías, mientras que el pueblo y el gobierno dominicanos brindaban apoyo político, reconocimiento, y deliberadamente se privaban de reconocer a la República Popular China, el país más poblado del mundo y que se ha convertido, con el paso de los años, en una de las potencias económicas más importantes y decisivas en el intercambio comercial mundial.

Taiwán fue favorecido ampliamente por las tensiones ideológicas entre capitalismo y socialismo, y como consecuencia de la guerra fría. Sin embargo, fue Estados Unidos con Richard Nixon como presidente y Henry Kissinger como secretario de Estado que pusieron fin al desconocimiento de la República Popular China, renunciando a reconocer a Taiwán como el legítimo pueblo chino, con apenas 20 millones de personas y abriéndose a la realidad de que los chinos, más de 800 millones, se encontraban bajo el régimen del presidente Mao Tse Tung.

Tarde ha tomado la decisión el gobierno dominicano. La discusión tenía ribetes cómicos y afectaba seriamente el reconocimiento del gobierno dominicano en asuntos relevantes a nivel mundial. Por ejemplo, República Dominicana nunca ha sido miembro del Consejo de Seguridad, y es uno de los pocos países del continente que no ha tenido esa oportunidad. Su política exterior no se conocía por ser coherente con realidades como las que representan Taiwán y China.

Taiwán ha tenido una reacción de encono al reconocimiento del gobierno dominicano de que China tiene soberanía sobre Taiwán. No sólo ha denunciado que el gobierno dominicano se dejó comprar por la oferta económica de préstamos blandos, sino que suspendió abruptamente todos los programas de cooperación con la República Dominicana, que incluye la concesión de becas a estudiantes dominicanos que se encuentran en Taiwán. El gobierno de Taipei también ha sacado en cara los 77 años de cooperación, mencionado los casos del apoyo a la producción de arroz y del apoyo a CAID, que dirige la primera dama Cándida Montilla, así como las donaciones para la creación de un gran centro tecnológico en Santo Domingo.

Taiwán hacía un gran esfuerzo para apoyar a la República Dominicana porque necesitaba de nuestro reconocimiento. De hecho en la comunidad internacional se entiende que los países que siguen sus relaciones formales con Taiwán lo hacen por el apoyo financiero y técnico que ellos ofrecen. Carece de validez, por tanto la crítica que hacen las autoridades de Taiwán al gobierno dominicano de haberse dejado comprar por la diplomacia del dólar. 

Nadie duda que el Pueblo dominicano agradece a Taiwán su apoyo durante tanto tiempo. Importante sería preguntarse ¿hasta dónde aprecia y valora el pueblo y el gobierno de Taiwán el apoyo y el reconocimiento que el pueblo dominicano le ofreció durante 77 años? ¿Se podría monetizar ese reconocimiento en la batalla para sobrevivir que ha tenido Taiwán frente a la ofensiva China para cerrar las puertas a ese país en el concierto mundial?

La soberanía dominicana implica que los países con los que mantenemos o hemos tenido relaciones reconozcan nuestro derecho a tomar decisiones sobre nuestra política exterior. Esa fue una decisión soberana del gobierno dominicano, que está en todo el derecho de asumir las consecuencias de sus posiciones. Ha sido desconsiderado en extremo que Taiwán se haya enfadado y afectado a los estudiantes dominicanos que cursan estudios en ese país. Taiwán tiene inversiones en la República Dominicana, y si lo desea podría mantener abierta una oficina de intereses comerciales en la República Dominicana. Si desean irse, por enfado, y romper todos sus vínculos con los dominicanos, sería también una decisión lamentable, que habría que respetarles.

La República Popular China es una realidad objetiva, es un país con el que República Dominicana debe desarrollar relaciones y hacer negocios, y buscar mayores perspectivas de desarrollo. Y los amigos de Taiwán no deben ofenderse por ello.

Entre los países, precisamente lo más aconsejable es mantener las diferencias con el tacto y la mesura propios del lenguaje diplomático. ¿Acaso Taiwán no mantiene un fluido, respetuoso y productivo nexo con el gobierno de la República Popular China, pese a las profundas diferencias políticas?

Las relaciones entre los países y sus gobiernos, todos sin excepción, conllevan intercambios de beneficios para las partes, y cada gobierno debe procurar lo más conveniente para su pueblo, aunque se apele siempre a la amistad y a la solidaridad.