Este domingo la población de Haití acude a un proceso electoral para escoger a su nuevo presidente. Nuestro deseo es que las elecciones sean transparentes, que la ciudadanía pueda ejercer sin obstáculos su derecho al voto, y que no haya apatía y una gran abstención, sino que las personas entiendan y participen de la construcción y consolidación de la democracia en ese sufrido pueblo haitiano.

El Tribunal Provisional Electoral ha realizado un gran esfuerzo para que las elecciones sean libres y limpias. La violencia es un peligro permanente en Haití, en torno a cualquier proceso político, porque las pasiones se encienden. Haití ha disfrutado pocas veces de democracia, y cuando la hubo se produjo un golpe de Estado contra el gobierno establecido.

Luego de algunos años de estabilidad política, en el 2010 hubo una tragedia que hundió al país en una miseria inigualable, con el terremoto que destruyó Haití y que mató a las de 200 mil personas y mutiló a casi medio millón de personas. Luego de esa tragedia salió electo de unas elecciones dudosas el actual presidente Michel Martelly. Quedó en tercer lugar en la primera vuelta, pero por motivos que aún se desconocen saltó al segundo lugar y compitió en la segunda vuelta y ganó la elección. Martello es un músico popular, con ideas políticas controversiales, zigzagueares, con criterios poco institucionales.

El interés de perpetuarse en el poder es lo que ha llevado a Martelly a una confrontación con la sociedad haitiana y la comunidad internacional. Quiso imponer un candidato presidencial que ha sido un fracaso, Jovenal Moise, y sabe que no tendrá oportunidad ni siquiera de competir en una potencial segunda vuelta.

El mayor peligro para la celebración de elecciones presidenciales era precisamente Michel Martelly. No fue casual la visita del secretario de Estado de los Estados Unidos, John Kerry, porque es probable que la potencia que más influye en Haití se enterara de los propósitos no democráticos del presidente Martelly. Hace tiempo que el señor Martelly gobierna Haití fuera de la Constitución y por decreto, porque no hay congreso activo, que deberá ser electo como parte del proceso electoral que se inició el 9 de agosto pasado, con las elecciones al congreso y a los municipios.

El candidato haitiano que se proyecta para conquistar el primer lugar en la contienda es Jude Celestin, quien tiene el auspicio del ex presidente René Preval, y tiene la posibilidad de conseguir en una segunda vuelta el apoyo masivo de otros políticos, como Jean Bertrand Aristide, quien ahora apoya a la candidata de Lavalás, Marise Narcisse, quien no ha conseguido levantar vuelo. El segundo lugar podría quedar, para competir en la segunda vuelta de diciembre de este año, el candidato Moise Jean Charles, fue senador, líder de la oposiciónn a Martelly y a Laurente Lamothe. Tiene fuerte apoyo del sector empresarial, pero carece de apoyo en las masas populares.

La República Dominicana debe observar con cautela el proceso electoral haitiano. Y en este caso debe intentar ser algo más que un simple observador de las elecciones. A través de los vínculos diplomáticos, políticos y económicos debe empujar una salida democrática, una opción amigable, dispuesta al entendimiento, a la cooperación con nuestro gobierno. Por ahí debemos trabajar, dejando a un lado los odios y otros prejuicios que no ayudan a mejorar esas relaciones obligatorias con los haitianos.

Suerte con este proceso electoral.