El poder siempre es transitorio. Solo una dictadura mantiene el ejercicio del poder en manos de personas que se perpetúan en las posiciones. Abusan de su poder, atropellan a los ciudadanos, rompen las normas, se enriquecen, se relacionan con otros corruptos porque saben que nada les pasará. La justicia, sin embargo, llega en un algún momento.
Carlos Menen fue presidente de Argentina, repitió en el poder y tomó decisiones cuestionables, como la venta de armas, la persecución de periodistas, los abusos de su familia contra miembros de la sociedad, y está protegido en la actualidad por el fuero legislativo. Sin embargo, un tribunal dictó sentencia en su contra de tres años y nueve meses de prisión por actos de corrupción.
El mismo tribunal también dictó sentencia contra el poderoso exministro de economía Domingo Cavallo, quien quedó inhabilitado de por vida para ejercer funciones públicas y tendrá que cumplir prisión por tres años y seis meses. Domingo Cavallo fue ministro de economía tres veces, en los años 1991, 1996, y 2001. La justicia en algún momento se hace presente.
Lo mismo acaba de ocurrir con el ex presidente de Brasil Michel Temer, quien se encuentra en prisión por corrupción.
El ejercicio del poder conlleva una responsabilidad muy grande. Los que ejercen el poder, cuando actúan, no piensan en las consecuencias de sus actos ni se imaginan que podrían ser procesados, como ha ocurrido con Carlos Menen en Argentina, y con Michel Temer en Brasil.
Y no se trata sólo de los que asumen la presidencia. Se trata de los que asumen posiciones de ministros, directores generales, administradores, senadores, diputados, alcaldes, procuradores, jueces. Hacer lo correcto es lo más provechoso. Y la democracia se fortalece y los que ejercen funciones conservan el bienestar de la imagen pública bien ganada. Nada debe ser más honesto y más importante.