No hay dudas. Nuestra sociedad se ha convertido en violenta. Y una de las manifestaciones de la violencia que más nos afecta es la que está vinculada a la inseguridad ciudadana dentro y fuera de las viviendas.
Cuando la gente se siente insegura, erróneamente tiende a tratar de protegerse haciéndose de un arma de fuego.
Y la propiedad o el porte de arma de fuego no necesariamente nos convierten en individuos o familias más seguros ante la posibilidad de un asalto u otro tipo de amenaza.
De hecho, existen estudios de especialistas que demuestran que la persona y/o el hogar poseedor de armas tienden a ser víctimas de hechos de violencia trágicos, que en muchos casos se originan con las armas que son adquiridas con la idea de protección.
Y hay más. Personas que sólo han visto en las armas un medio de prevención de agresiones, han terminado por convertirse en agresores y hasta en homicidas, al verse envueltas en incidentes que no habrían pasado de una agria discusión o un cruce de puñetazos, sin terminar en pérdida de vidas, de no haber estado disponible una pistola.
Es necesario reducir y limitar de manera estricta el acceso a las armas. Una persona dada a ser presa de los arranques de ira, nunca debía ser autorizada a tener ni a portar armas de fuego
La reciente tragedia en la cual el ciudadano Guillermo Silvestre Moncada Aybar fue muerto de diez disparos que le hizo Rafael Emilio González Álvarez, ocurrida en un exclusivo sector de la capital dominicana, debe movernos a la reflexión como sociedad.
Es necesario reducir y limitar de manera estricta el acceso a las armas. Una persona dada a ser presa de los arranques de ira, nunca debía ser autorizada a tener ni a portar armas de fuego.
Por otro lado, debemos insistir en la necesidad de la tolerancia. Nos hace falta cultivar la paciencia y los buenos modales; saber que todos nos equivocamos y que pedir disculpas siempre viene bien.
Así dejaremos a un lado el estúpido afán por ser los primeros en las calles, en las carreteras y en los estacionamientos, sin tomar en consideración a nuestros semejantes.
¡Cuántas tragedias se habrían evitado con un poco de paciencia, humildad y cortesía!