Lo ocurrido el pasado domingo, día de las madres, y el lunes que abrió la semana, a continuación, fue una tragedia para toda la sociedad dominicana. Varias personas murieron en incidentes y accidentes, entre los que se destacó el asesinato vil de una agente de la Autoridad Metropolitana del Transporte, la segunda teniente Carmen Torres Báez.

Hay un incremento de la violencia, del mismo modo que hay un aumento de los robos a mano armada y de las acciones violentas de las autoridades para responder a las actuaciones delictivas contra la ciudadanía.

Hemos caído en una espiral de violencia social, entre delincuentes, autoridades y ciudadanos, que podría tener consecuencias más que lamentables. Los ciudadanos, hay que reconocerlo, reaccionan con violencia ante cualquier diferencia, por razones de tránsito o de cualquier otra índole. Una diferencia por un parqueo genera muerte violenta, o que un muchacho en una esquina empape de agua el cristal de un vehículo también genera violencia y provoca muerte.

La pregunta es qué le está pasando a la sociedad dominicana que ha crecido en la violencia social, como si ya estuviéramos dentro de una guerra para sobrevivir. El más violento, el más infame, el más agresivo es quien sobrevive. Sería aplicar lo que Charles Darwin definió como la teoría de la selección de las especies, en donde siempre sobrevive el más hábil.

Los feminicidios son cada día más numerosos, las agresiones sociales en el transporte urbano son también parte del pan nuestro de cada día. Recientemente los sindicalistas del transporte crearon un gran caos en la ciudad para reclamar reivindicaciones, y lo hicieron precisamente afectando a los ciudadanos que se mueven en transporte privado, que nada tienen de responsabilidad por las diferencias entre autoridades y empresarios del transporte.

La sociedad dominicana tiene que reaccionar contra esta ola de violencia. Una forma de hacerlo es actuar, en cualquier circunstancia, con mesura. La educación es la respuesta a toda la legión de desaprensivos que agreden en las calles, en las filas, en los centros de concentración pública, hasta en las universidades, en los residenciales, en los barrios.

La caldera social muchas veces crece por la falta de respeto de las autoridades. Cualquier funcionario público interrumpe el tránsito y entapona más las vías públicas cuando se mueve en cualquier dirección, porque utilizan franqueadotes y no respetan las luces rojas. La ostentación es un elemento grave, que también mueve a la indignación.

El gobierno tiene un plan para reducir la violencia delincuencial, pero no ha tomado en cuenta la violencia social y la impunidad. Deberá asumir estos aspectos. El problema que planteamos no se combate con el Sistema 911, que con tantos recursos promueve en estos momentos el gobierno.

Ojalá se asuma un pensamiento más completo e integral sobre el origen de estos hechos de violencia que nos estallan en la cara cada día.