Una vieja reflexión sobre la vida la compara con el oro, por su belleza, valor y la ductilidad que le permite tomar cualquier forma sin dejar de ser el precioso metal.
La vida es valiosa y hermosa, y por más difíciles que resulten los problemas que deba de enfrentar un ser humano en su existencia, siempre queda la esperanza de arribar a tiempos mejores si no sucumbe ante la muerte.
La sabiduría popular vincula la esperanza a la vida de manera indisoluble.
Cualquier barrera se podrá derribar, cualquier tempestad se habrá de resistir, pero es indispensable conservar la vida para acometer esos retos.
Hacemos este ejercicio reflexivo a propósito de la pandemia de la Covid-19 que desde hace un año enfrenta la humanidad, y que ha costado ya más de 1 millón 730 mil vidas, además de haber enfermado a más de 78 millones 500 mil personas.
Habrá muchas ocasiones para festejar y compartir afectos, pero solo se podrán disfrutar si se conserva la vida. Vivir es lo primero y lo indispensable.
Pese a todas las denominadas teorías de conspiración, que pretender negar la realidad de esta pandemia, lo cierto es que instituciones de investigaciones científicas de reconocida reputación, universidades y maestros del mundo de la medicina han explicado de manera reiterada los peligros de la Covid-19 y la necesidad de mantener los rigores en la prevención.
Los países que se confiaron demasiado ante la reducción del número de contagiados y de fallecimientos, y dieron paso a la reapertura de sus actividades habituales, hoy se enfrentan a una nueva expansión de los contagios.
Esto no es juego. No se sabe de manera probada que la nueva cepa de la Covid sea menos letal que la anterior, no importan las opiniones aisladas que toman como ejemplo a cualquier país.
El pueblo dominicano podrá celebrar las tradicionales fiestas de final y comienzo de año, pero debe de mantener las previsiones incluso con mayor rigor.
Exponer a personas envejecientes, jóvenes y niños es absolutamente innecesario, irresponsable y hasta abusivo.
Habrá muchas ocasiones para festejar y compartir afectos, pero solo se podrán disfrutar si se conserva la vida. Vivir es lo primero y lo indispensable.
Celebremos las fiestas protegiendo la vida de nuestros seres queridos; estemos confiados en que esa joya dúctil se adaptará hasta que salgamos de este temporal, acaso más fuertes, creativos y solidarios.