El deporte dominicano tiene un terrible mal, como en la política, que es difícil de resolver. Quienes llegan a la presidencia de las federaciones deportivas se perpetúan en el poder no dan paso a la renovación.
Es un mal nacional. Ocurre en las asociaciones profesionales, en los gremios, en los partidos políticos y en la presidencia de la República. La gente llega prometiendo cambios y transparencia, y luego utilizan todas las barbaridades para perpetuarse en el poder. Ese mal afecta seriamente a la Federación Dominicana de Futbol, que es el deporte con mayor crecimiento en la República Dominicana.
Y los presidentes de las federaciones se quedan por 25 y 30 años -hay quienes llegan a los 40 años- con el poder, impidiendo la renovación y el cambio. Desechando las nuevas ideas, impidiendo que los jóvenes tengan la oportunidad de representar lo nuevo en los deportes. La FIFA que es federación mundial de más visibilidad ha sido sacudida por la corrupción, y a los dirigentes dominicanos -pese a su complicidad- no les pasa nada, y el Comité Olímpico Dominicano se hace también de la vista gorda, y en ocasiones se convierte en cómplice de los desatinos que se cometen.
El señor Osiris Guzmán, por ejemplo, al frente de la Federación Dominicana de Futbol lleva más de 20 años, con resultados cuestionables, con supuestas inversiones cuantiosas en estadios de futbol que podrían ser risibles, con dinero donado por la FIFA y con una asignación del Estado Dominicano, por la vía del Ministerio de Deportes. Con la pasión más encendida por el futbol, de parte de jóvenes escolares, de clubes y asociaciones provinciales, y sencillamente en la Federación que preside el señor Guzmán lo que existe es un caos.
Una crisis mayor: Una gran parte de las asociaciones provinciales están desafiliadas, hay entidades afiliadas que nada tienen que ver con el futbol, porque se las utiliza para obtener un voto cuando hay elecciones, y los registros oficiales en manos de la Procuraduría General de la República hablan con elocuencia de la ilegalidad en que se sostiene la Federación Dominicana de Futbol.
El continuismo en esa entidad es una enfermedad de fondo. Pese a todos los males de que padece, el señor Guzmán quiere seguir al frente de la entidad, y para ello no se detiene en nada. Cuando ha tenido que armar expedientes y expulsar dirigentes, lo hace sin consideración ni siquiera en la forma. Los expulsa. Realiza asambleas controladas, amañadas, que son validadas porque el Comité Olímpico Dominicano no supervisa y se sostiene como tal, gracias a las complicidades mutuas que allí se han desarrollado.
En el futbol, el deporte más practicado a nivel mundial, la República Dominicana cuenta con dirigentes capaces y que están dispuestos a ser el relevo generacional que los tiempos demandan y asumir con responsabilidad y transparencia los grandes retos que representan colocar el fútbol de nuestro país en el camino del desarrollo. Ese relevo podría representar un impulso al creciente amor por el futbol que se siente en los colegios y escuelas del país, y a nivel provincial. La resistencia al cambio de los dirigentes actuales impide que ese relevo asuma la responsabilidad que le toca.
Han transcurrido por lo menos 24 años desde que Guzmán llegó a la Federación Dominicana de Futbol como Secretario General, y 20 años desde que asumió la presidencia. Promesas incumplidas, oportunidades perdidas, mentiras con la venta de la ilusión de que pronto clasificaríamos para el mundial, mientras el ranking de la FIFA nos coloca en peores posiciones para alcanzar tal objetivo. No se conocen programas serios de selecciones nacionales, ni proyectos de desarrollo en categorías menores.
El desgaste, la incapacidad y falta de credibilidad se han apoderado de la Federación Dominicana de Fútbol. Algo deberá hacerse, pero los intereses mezquinos, el apego desmedido al poder de los dirigentes actuales impiden que ocurra algo distinto a sus intereses. No dan paso a nadie, y no existen mecanismos para sustituirlos. Eso se llama secuestro de las instituciones. Y ocurre con muchas de las federaciones deportivas dominicanas.
Esto que describimos ocurre mientras una parte del empresariado dominicano y también del área gubernamental, de forma independiente, apuestan por un futuro promisorio del fútbol de la República Dominicana. El esfuerzo que realiza el gobierno y el sector privado debía también beneficiar al futbol. Creso, por ejemplo, brinda apoyo a 15 disciplinas deportivas, a los deportistas de alto rendimiento, y no incluye el futbol. Una posible explicación es la falta de confianza en la federación de la disciplina deportiva.
El distanciamiento de un sector privado indispensable para trabajar una verdadera plataforma de desarrollo y fomento del fútbol, que incluya la creación de oportunidades para niños y jóvenes, es evidente.
Otra muestra de alejamiento y falta de confianza es que entidades de decidido apoyo al deporte, como son el Banco Popular, Claro, Coca Cola y Vimenca, decidieron salir del fútbol. Las razones de esa salida solo esas empresas las conocen, pero al mal manejo de la Federación Dominicana de Futbol es tan ostensible que nadie puede alegar ignorancia, y menos el Comité Olímpico Dominicano. En los últimos años, a nivel mundial, el futbol ha sido sinónimo de corrupción, lo que representa una vergüenza. Localmente no debía ser así.
El fútbol parece no tener suerte en República Dominicana, debido a que la FIFA invierte grandes cantidades de dinero cada año y en lugar de avanzar estamos retrocediendo. Hay quienes hablan de incapacidad, otros de desfase, otros de corrupción y los hay que hablan de que una sola persona no tiene capacidad para hacerlo todo, porque no existe la voluntad de aunar esfuerzos, ni de hacer equipos. Que hermoso sería poder aunar esfuerzos y hacer equipos y llevar al futbol dominicano a un sitial elevado en la competencia internacional.
Urge un relevo generacional comprometido con sacar este deporte a flote, para que cientos de miles de jóvenes puedan utilizar el futbol como deporte preferido, con oportunidades de crecer como deportivas y profesionalmente. Pequeñas islas del Caribe con menos de 300 mil habitantes ocupan una mejor posición en el ranking mundial de la FIFA que la República Dominicana. Haití, nuestro vecino, pese a sus problemas como nación poco viable, tiene una posición por encima de la dominicana en el ranking de la FIFA.
Algo debe servir para activar a los dirigentes deportivos en el futbol con potencial para asumir su rol de motivar los cambios que se reclaman. Ojalá que los amantes del futbol lo entiendan, que el Comité Olímpico Dominicano se anime yt asuma también el rol que le toca, y que legalmente se actúe con firmeza para impedir que los dictadores deportivos frustren tantas aspiraciones de renovación y espíritu verdaderamente deportivo.