Consternación es la palabra más adecuada para definir la masacre de Las Vegas, Estados Unidos, en donde 58 personas murieron y otras 500 resultaron heridas por los disparos del psicópata Stephen Paddock, quien también resultó muerto. Las autoridades dicen que se suicidó.

Estados Unidos mantiene un politizado y enconado debate sobre la libertad de comprar y poseer armas de cualquier calibre por parte de los ciudadanos. Y ocurren tragedias como esta, que son sucesivas cada año. Algunas con más letalidad que otras, pero siempre protagonizadas por sujetos esquizofrénicos o psicópatas. Una barbaridad como esta debe hacer reflexionar a los defensores de porte y tenencia de armas. No se trata sólo de la libertad de tener armas, o de fabricarlas y venderlas, sino del peligro que esta práctica representa. Nadie está seguro, en ningún lugar. Puede ser una aula de la universidad, un colegio de niños, en una discoteca o en un concierto de música folklórica.

El presidente anterior de los Estados Unidos, Barack Obama, hizo esfuerzos para limitar el porte y tenencia de armas, realizar exámenes psicólogicos a los adquirientes de las armas o disponer de medidas estatales para reducir el número de armas en manos de personas civiles. No fue suficiente presentar los ejemplos de familias destrozadas, víctimas de crímenes. La política pudo más, y el discurso destemplado y favorable a las armas en manos de los civiles ganó adeptos con Donald Trump, quien ganó también las elecciones, luego de prometer que no impondría limitaciones de ningún tipo a los adquirientes de armas convencionales, sean pistolas, revólveres, rifles y fusiles. Hoy queda lamentar esta nueva tragedia, la más mortífera en la historia reciente de los Estados Unidos, luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001.

Las imágenes de los disparos en ráfagas sobre la multitud, registrados de muchas formas por participantes en el concierto con teléfonos celulares, son un testimonio de hasta dónde puede llegar la maldad y la locura de individuos fanatizados como Stephen Paddock, quien además tuvo un padre con historia delincuencial y criminal.

Ojalá que esta tragedia de cientos de familias, tanto por los muertos como por los heridos, permita a los partidarios del porte y tenencia de armas, reflexionar sobre el significado de esta “libertad” que abre las puertas a tragedias como las que acabamos de ver en vivo en Las Vegas.