Miles de personas han perdido sus tierras y cosechas, han perdido el pasto de su ganado y se encuentran en un terrible incertidumbre por la crecida acelerada del Lago Enriquillo, en la zona sur del país.
La preocupación crece cada día, comenzando con los habitantes de Barahona, siguiendo con los de Cabral, Duvergé, Jimaní, La Descubierta, Boca de Cachón Postrer Río, Los Ríos. Villa Jaragua y Neiba. La crecida del Lago Enriquillo ha inundado miles de tareas de tierra, y no se detiene, sigue corroyendo poco a poco las tierras de otras comunidades.
El impacto económico y ecológico es y seguirá siendo de grandes dimensiones. Los obispos de Barahona y San Juan de la Maguana reconocen los efectos de esta crecida y lo han denunciado, en particular Monseñor Felipe Núñez, obispo de la Diócesis de Barahona, quien he recorrido las comunidades afectadas.
Legisladores de la zona han levantado la voz de alarma, y ya se espera incluso la visita del presidente de la República a la región. Este problema tiene años siendo denunciado, pero las autoridades no lo han manejado con la seriedad que demandan las circunstancias. En una ocasión el gobierno del presidente Fernández creó una comisión para investigar el problema y sugerir ayuda a los afectados. Y nada pasó.
La gente de cada uno de los pueblos afectados está indignada, y con razón. Incluso si se visita la zona fronteriza de Jimaní, en Mal Paso, donde se encuentra el mercado binacional, se podrá ver las condiciones deprimentes en que trabajan los empleados de la Dirección de Migración y de la Dirección de Aduanas, quienes han tenido que habilitar destartaladas carpas para protegerse del sol y de la lluvia, debido a que sus oficinas han sido inundadas por las aguas del lago Azuey, que Haití y República Dominicana comparten, que crecen de la misma forma en que crecen las aguas del Lago Enriquillo.
Solo hay que ver las condiciones en que trabaja el personal dominicano de servicio allí, y ver cómo todas las instalaciones oficiales han sido ocupadas por las aguas. Llevan tres meses los empleados de Migración y Aduanas trabajando a la intemperie.
El gobierno debe actuar con urgencia. Tiene que poner atención a la tragedia que viven las provincias alrededor del Lago Enriquillo, prestarle apoyo y tratar de determinar las causas de los desbordamientos y la inundaciones de terrenos hábiles para la agricultura y la ganadería, para trabajar en la solución del problema. Y por otro lado, restablecer las oficinas de servicios en la frontera de Jimaní.