Las intervenciones, con militares de un país penetrando en otro para cometer acciones violentas de naturaleza diversa, no son necesarias, deseables ni resuelven los problemas. El caso Afganistán es muy elocuente. Especialmente para los Estados Unidos que, luego de llevar a la ruina a ese país y durante veinte años matar a cientos de miles de civiles y miltares, salió derrotado. EEUU perdió en Afganistán más de 4,500 soldados en una guerra en la que invirtió 798 mil millones de dólares. Y terminó saliendo humillado, en una situación similar a la que vivió en Vietnam.

En estos momentos, en medio de una crisis sin precedentes, los haitianos y sectores de la comunidad nacional e internacional reclaman el respeto de la soberanía de Haití. Otros, como el Papa Francisco, reclama a los líderes y a la comunidad internacional, no dejar solos a los haitianos en sus terribles sufrimientos. La comunidad Internacional dice haber invertido miles de millones de dólares en Haití, sin solución de ninguno de los problemas que se suponen debían ser superados.

Haití pasó por un terrible terremoto en 2010, por la interrupción de sus procesos electorales y democráticos en 2015, por el magnicidio de su presidente y por un terremoto en el sur del país, que le ha inutilizado y que ha colocado la democracia haitiana en serios aprietos. No hay presidente. Un primer ministro gobierna, pero sin poder institucional, sin congreso, sin justicia, y con bandas delincuenciales controlando el país.

Desde fuera pareciera que todo es un caos. Y en ese tenor el gobierno dominicano ha desplazado militares en la frontera, esperando evitar cualquier situación de riesgo para el país y garantizar la integridad del territorio y la seguridad del pueblo dominicano.

Los haitianos no ven con tanta gravedad como nosotros esta seria crisis. Aunque no tienen combustibles, aunque no tienen alimentos, y aunque les resulte complicado salir a las calles por el riesgo de un secuestro o de encontrar la muerte en cualquier manifestación violenta, creen que el gobierno dominicano exagera. 

Los haitianos han rechazado el desplazamiento preventivo de militares dominicanos en la frontera. Se quejan de los pronunciamientos del presidente Luis Abinader en reclamar apoyo para Haití de la comunidad internacional. Interpretan los haitianos que Luis Abinader azuza una intervención militar sobre su país. Y sostienen que la violencia en Haití no es tan grave, porque en República Dominicana también hay violencia. Es lo que ha dicho el ministro de exteriores de Haití, Claude Joseph en respuesta a un mensaje del presidente Abinader este lunes.

En Acento hemos dado seguimiento al drama de los haitianos. Emigran como pueden hacia Brasil, Colombia, Chile, Perú, Estados Unidos y República Dominicana. Su migración obedece a múltiples factores, desde el riesgo de morir a manos de las pandillas que azotan Haití, el hambre y la pérdida de toda esperanza de mejoría en su país.  En cambio la migración dominicana se debe, en general, a la búsqueda de mejoría económica con la esperza de regresar al suelo propio.

La de los haitianos es una migración desesperada por la falta de seguridad. En Haití hay hospitales que están siendo quemados por las bandas. Empresas cerradas por la falta de seguridad. Solo funcionan, a medias, las instituciones financieras y el sector de las telecomunicaciones. Todo lo demás está cerrado completa o parcialmente.

El secuestro de 17 personas de los Estados Unidos y Canadá, y el riesgo que se cierne sobre estas personas es lo que ha generado un temor que va mucho más allá de lo que los haitianos observan.

En República Dominicana no hay bandas que controlen parte del territorio, ni que impidan el desplazamiento de las autoridades. Tampoco hay un gobierno sin legitimidad. Tenemos Covid, y lo enfrentamos. Tenemos delincuencia y la enfrentamos. Y desarrollamos programas de recuperación de la seguridad.

No hay que pelearse con las autoridades haitianas, ni con los grupos haitianos que se sientan lesionados por las actuaciones del gobierno dominicano.

Haití se encuentra en un estado de riesgo que afecta a toda la región y en particular al único país con frontera de más de 300 kilómetros con nuestros vecinos. Por mandato constitucional el presidente Abinader debe tomar medidas preventivas. El reclamo a la comunidad internacional es de muchos líderes mundiales, además del presidente Abinader.

En Haití debe haber elecciones para escoger autoridades, incluyendo un presidente, pero antes hay que garantizar que los ciudadanos puedan acudir a las urnas. República Dominicana ha dicho y reiterado que las elecciones son necesarias, pero antes hay que ofrecer seguridad y eliminar el peligro de la violencia. Es sencillo y fácil de entender.

Resulta triste que los haitianos, acostumbrados al estado de violencia, a la inseguridad, a los secuestros, asesinatos y conflictos, hoy día pretendan creer que su país tiene una situación de normalidad. Con la soga al cuello, es lo que pregonan las autoridades de Haití. Eso se interpreta de las declaraciones de Claude Joseph, canciller haitiano.

República Dominicana no tiene ambiciones expansionistas ni desea la extensión del martirio de los haitianos. El presidente dominicano ha dicho que la mejor forma de que haitianos y dominicanos tengamos convivencia es que ellos se desarrollen y nosotros también. A los haitianos les toca gestionar su desarrollo, su democracia, su gobierno, su justicia. A los dominicanos por igual.

Apostamos por la autodeterminación del pueblo haitiano. Creemos que las bandas criminales haitianas que tienen en terror a ese pueblo no representan la soberanía haitiana. Son un riesgo para su gobierno y su sociedad. Deseamos apoyar a los haitianos en su retorno a la normalidad, luego del asesinato del presidente Moise y del terremoto de Les Cayes. Ojalá que haya propuestas haitianas sobre cómo salir de la actual crisis. República Dominicana será un vecino que les acompañará en el proceso que ellos decidan, si es que pueden salir del embarazoso deterioro en que han caído.